¿Quién no ha soñado alguna vez con mudarse a Japón? Comer ramen en esos restaurantes preciosos, extraer de las máquinas expendedoras café frío en lata, cruzar entre una marea de personas trajeadas en Shibuya y retirarte a un silencioso templo sintoísta en momentos de apuro y desasosiego espiritual son, sin duda, imágenes recurrentes en mi cabeza desde que fui de vacaciones tres semanas.
No es un sueño inusual. Miles de personas, motivadas quizás por el auge y apogeo del anime convencional, la expansión del manga, la popularidad de los videojuegos y la expansión de la gastronomia japonesa han empezado a romantizar la idea de vivir una temporada en el país nipón, y está claro que Julia Cejas, la autora de este cómic, no ha podido evitar contar su experiencia al pasar un tiempo integrada como una residente más en el país de Soseki, Murakami y Tanizaki. Sin embargo ¿es tan maravilloso como parece? En Hanami. Tú, yo, 19m2 y Japón Julia Cejas nos cuenta su experiencia.
Hanami. Tú, yo, 19m2 y Japón es una historia autobiográfica. En ella, Julia, dibujante de cómics e ilustradora, nos cuenta cómo conoce a Marc, un compositor de música para videojuegos, y el amor prende entre ellos. Tras recibir por fin el ingreso de la beca de Marc, haciendo acopio de los ahorros de los dos, se les ocurre una idea genial: irse a vivir a Japón un tiempo.
Sin embargo, hay mucho que preparar y que aprender: lo que parecía ser una aventura romántica se convertirá en una pesadilla burocrática, un entorno algo asfixiante en un piso diminuto, la dificultad de no poder encontrar comida adaptada a sus dietas y, cómo no, la soledad intrínseca del extranjero que no conecta con la gente de allí. Todo ello se condensa en el concepto del hanami: una festividad a la que todos ansían acudir por su gran belleza y que, una vez allí no es gran cosa, pero cuyo recuerdo sigue evocándote una extraña felicidad.
Este es su cómic, y este, mi desgranado análisis sobre el mismo.
Dentro de las páginas de 'Hanami. Tú, yo, 19m2 y Japón', el arte de Julia Cejas se despliega con una sencillez que funciona a todos los niveles. Su trazo es grueso, marcado, delineando personajes cuyo realismo se ve enaltecido por su simplicidad y por pequeños detalles que hacen más reconocibles e imaginables a los protagonistas (como la cicatriz en forma de cruz de Marc sobre la nariz). Las viñetas, que juegan con diferentes tamaños, se visten y desvisten a placer de las limitaciones de la clásica estructura para reflejar la cotidianidad y el caos suave de una vida en Japón.
Julia Cejas prefiere mostrarnos el rostro y las expresiones faciales para que conectemos con el carácter autobiográfico y la sensación de vivir un recuerdo constante de la obra, pero asimismo también salpica las páginas con fondos detallados, proporcionando contexto y atmósfera.
Así, Hanami. Tú, yo, 19m2 y Japón, se se baña en una paleta de colores dominada por los violetas y rosados que enfatiza quizás la temática del hanami (la festividad en la que los japoneses se reúnen para contemplar la caída de los pétalos de cerezo en flor) y la vida en Japón desde una perspectiva única. Este uso del color añade una dimensión casi onírica a la narración y contribuye a generar una experiencia de lectura diferente empleando un recurso que, por ejemplo, a mí me recordó al que usa Tillie Walden en alguna ocasión.
El diseño de los bocadillos y la disposición del texto son aspectos clave en la narrativa de Cejas. En momentos donde la historia se sumerge en detalles complejos, como el sistema de basuras o la burocracia japonesa, Julia logra mantener la fluidez de la lectura distribuyendo la información en bocadillos estratégicamente ubicados y empleando infografías simplificadas con personajes encantadores, lo que facilita la comprensión de temas que, de otra manera, podrían resultar densos.
La experiencia de Julia y Marc en Japón, como nos muestra Julia Cejas en 'Hanami. Tú, yo, 19m2 y Japón', no es un idilio constante. Uno de los primeros golpes de realidad se encuentra en la alimentación. Julia, siendo vegetariana, choca frontalmente con una realidad japonesa donde las verduras (al menos una parte importante de ellas) y frutas frescas no solo son un lujo sino que además la enorme variedad de comida callejera y restaurantes de comida de a pie japoneses se basan sus recetas en ingredientes procedentes del mar como el pescado, obligando a Julia a tener que replantearse si es para ella viable ser vegetariana en Japón.
Al mismo tiempo, la falta de opciones sin gluten en los restaurantes japoneses supone otra barrera importante para Marc, que es celíaco. A diferencia de Occidente, donde las alternativas sin gluten son cada vez más comunes, Marc se ve empujado una y otra vez a memorizar los kanji de trigo, maltosa, harina de repostería, etc. que puedan ser indicativos de la presencia de alérgenos en la comida.
El tema del alojamiento es otro desafío palpable. Los alquileres en Japón a menudo significan espacios reducidos, algo que Cejas ilustra con agudeza. Tal y como comenta el título, vivir en un piso de apenas 19 metros cuadrados acaba generando una tensión entre Marc y Julia palpable que, cuando necesitan algo de espacio personal o un respiro, se ven obligados a marcharse solos a la calle.
Todos estos pequeños conflictos se van entrelazando con los momentos mágicos de la vida nipona y los choques culturales, tan inevitables cuando un occidental se traslada a un país tan distinto como Japón. Desde las complejidades de la burocracia hasta las diferencias en las interacciones sociales, Cejas no oculta las dificultades y las sorpresas que encuentran. Estos choques culturales que aportan un contrapunto a la idealización del país del Sol Naciente te ayudan a comprender cómo vivir en un país así es un proceso de constante aprendizaje y adaptación, una experiencia que, aunque enriquecedora, está lejos de ser un cuento de hadas
Hanami. Tú, yo, 19m2 y Japón guarda pequeños momentos dentro de su historia que te permiten leer entre líneas sobre el verdadero conflicto latente en algunas situaciones. Cosas tan sencillas como la forma con la que los japoneses se niegan a cruzar en rojo o su costumbre de usar mascarillas cuando están enfermos puede parecer extraña pero surgen de una filosofía heredada del confuccianismo donde el bien del colectivo, o el bien general, está siempre por encima del egoísmo individual. Un claro ejemplo de esto se da en la escena de la academia de idiomas, donde los estudiantes occidentales se ven envueltos en una dinámica grupal que les resulta ajena y desconcertante: un día de juegos y deporte organizado por la escuela. La natural inclinación de los occidentales a faltar a este evento, prefiriendo mantenerse en su zona de confort individual, choca con la perspectiva de su profesora japonesa que les fuerza a acudir.
Esta última, en un intento de inculcar un sentido de comunidad y colaboración, ejerce presión sobre el grupo para que participen, subrayando la importancia del bienestar colectivo sobre las preferencias individuales. Este incidente es un microcosmos de una de las tensiones culturales más profundas que enfrenta cualquier occidental en Japón: el choque entre el deseo de autonomía personal y la expectativa de conformidad y armonía grupal.
Inmediatamente después de esta escena, Julia Cejas hace una correlación interesante con la figura de Hideo Kojima y su salida de Konami, dejando que sea el propio lector el que vea la similitud entre la independencia e individualismo del director de videojuegos con la decisión de Konami de apartarlo ya que buscaba su gloria personal por encima del bienestar del grupo.
Hanami llegó a mis manos un feliz mediodía paseando por las recomendaciones de la FNAC. Allí, rodeada de cómics americanos que se escapaban totalmente de lo que yo busco en una novela gráfica, el precioso dibujo con el que Julia Cejas ilustra la cubierta de su volumen resaltaba de forma dulce y cariñosa. Y además, como apasionada que soy de Japón, al ver que trataba de uno de los sueños frustrados de muchos de mis allegados, me dije… ¿por qué no?
Hanami consigue condensar maravillosamente bien los conflictos y extraños desafíos a los que se ve sometido un Occidental cuando llega a Japón: el problema de la burocracia, lo increíblemente exigentes que son con las normas, el terror que sientes cuando comprendes que has de cumplir con trámites y exámenes para poder mantener la beca o la complejidad del sistema de basuras. Para los que nos hemos sumergido en el maravilloso mundo del **aprendizaje del japonés algunos de los chistes, como el de las formas de los contables, cobran especial sentido;** pero por lo general el cómic mantiene un nivel muy superficial sobre la complejidad japonesa.
Aunque he echado de menos que se profundizase sobre temas que me resultan fascinantes como los supermercados japoneses, la gastronomía extraña fuera del marco turístico y conocido, las librerías eternas, la presencia de tiendas con secciones totalmente abiertas de carácter pornográfico, o incluso con la dificultad que sin duda tuvieron que pasar Julia y Marc para hacer amigos en Japón, esta es una historia autobiográfica. No le corresponde a nadie más que a Julia Cejas decidir qué quiere contar y cómo lo quiere contar, y está claro que el dibujo, el conflicto interno de los personajes y el final hace que la lectura de Hanami sea recomendable.
Si esperáis una inmersión profunda en historias de yokais, hyakumonogatari y gastronomía japonesa, quizás Hanami os parezca algo superficial, pero quizás precisamente su encanto estriba en el hecho de que no romantiza la vida en el país nipón ni las reacciones de sus protagonistas: Julia se frustra y se enfada, Marc toma decisiones destructivas a veces, los dos se pierden, les puede la pereza y a veces se avergüenzan cuando no les entienden.
Es una historia real de lo que puede pasarte viviendo en Japón. Y además contada con un dibujo simplemente genial. ¿Qué más podemos esperar?
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