¿Cómo viven su día a día los psicópatas? ¿Conviven con sus víctimas, dejando tirados unos cuerpos que el resto de la sociedad considera prácticamente sagrados, como si fueran simples envoltorios de una chocolatina que acaban de devorar?
Brutal parece decirnos que así es. Las primeras páginas con las que arranca este despiadado manga publicado por Kitsune Books nos sumergen en una historia en el pasado, veinte años antes de que se desarrolle la trama, donde un adolescente juega a una partida de videojuegos mientras come patatas con salsa alrededor de los cuerpos troceados de dos niños pequeños.
Hiroki Dan es el soltero más deseado de todo el departamento de homicidios: es guapo, tiene dinero, una casa en la montaña con su propio horno de alfarería y posee un olfato especial para pillar a los malos. Lo que en realidad ninguno de sus compañeros pueden imaginarse, es que en su tiempo libre, Dan decide impartir justicia allá donde las leyes no llegan.
Todo aquel que se cruce en su camino y que haya realizado actividades deleznables, acabará en su cabaña atado, rodeado de la más tétrica nada, y con el convencimiento de que no volverán a ver la luz del sol.
¿Sus primeras víctimas en este manga? Un escritor que pretende lucrarse al narrar la historia sobre cómo descuartizó a dos niñas y un grupo de universitarios parte de una secta que violan sin represalias a jóvenes indefensas.
Brutal es, sin lugar a dudas, perturbador. Las primeras viñetas en las que asistimos a un momento privado de la vida de un psicópata, viendo cómo lame salsa y se la restriega contra la camiseta en una habitación claramente cerrada y llena de moscas, ya nos da una idea de la tónica a la que nos enfrentamos.
Pero no es solamente el uso de tramas o claroscuros lo que hace que Brutal sea tan espeluznante. Los autores disponen a propósito elementos macabros para simular lo que no son. Así, un enjambre de moscas alrededor de los ojos de una fallecida reflejan perfectamente sus lágrimas. El descarnado, real y retorcido guion de Kei Koga, capaz de reflejar sin temer la censura temas tan duros y de relevancia social hoy en día como son las violaciones en Japón, brilla con la maestría de Ryo Izawa a la hora de presentar perspectivas aterradoras, planos contrapicados y un entramado brillante que genera una sensación de inquietud en el lector.
violadores son sodomizados hasta la muerte y los descuartizadores perderán cada uno de sus miembros con una motosierra hasta suplicar piedad.
Si bien el dibujo de los personajes en este manga puede parecer bastante sencillo, lo que realmente destaca es la habilidad del mangaka Ryo Izawa para crear escenarios y localizaciones con gran nivel de detalle que nos permiten situarnos en espacios realistas y creíbles. Cada una de las viñetas, especialmente aquellas en las que se ve a los asesinos lidiar de forma fría y completamente desconectada con las consecuencias de sus crímenes, se construye para transportar al lector a un Japón heteropatriarcal, gore y descarnado donde la justicia parece impotente ante las manos de los verdugos. Asímismo, la habilidad de Izawa para adaptar el tamaño de las viñetas al peso dramático de la acción, cambiando la perspectiva para quqe percibamos al protagonista y asesinos como personajes empoderados le da un atractivo y dinamismo a la lectura que, de otra forma, no tendría.
Si bien el manga tiene un estilo único , es evidente que la trama se inspira de otras obras populares. Es especialmente notable la similitud con la serie de televisión *Dexter (*James Manos Junior. Showtime. 2013). En ambas nos encontraremos con un personaje que realiza un notorio esfuerzo de masking para encajar en una sociedad que claramente no aceptaría su faceta como psicópata. Tanto el protagonista de Brutal, Hiroki Dan, como el de Dexter, emplean su trabajo en la policía y su acceso privilegiado a la información de sus futuras víctimas para impartir justicia según sus estándares y realizar la “buena obra del día”.
La premisa que sigue la obra es la misma: allá adonde no llega la justicia, lo harán los psicópatas que velan por el orden social. Sin embargo, a diferencia de Dexter, Hiroki Dan disfruta de los asesinatos que comete y se regodea en la enfermiza justicia con la que envía a sus víctimas al infierno. Los
Este tono gore, tan imposible de llevar a la gran pantalla, funciona especialmente bien en Brutal ya que es una obra de contrastes: Hiroki Dan se muestra cariñoso, empático y comprensivo con sus compañeros de trabajo y acude cada poco a la iglesia solo para luego mostrarnos su lado más exagerado, pintoresco y enfermizo.
De cualquier forma, Dexter no es la única influencia para este manga y está claro que Kei Koga ha hecho los deberes analizando obras populares y vidas de psicópatas. Así, podremos ver cómo toma algunos elementos de otras obras populares como la película de American Psycho (Mary Harron. 2000) en el comportamiento soberbio, maniático y extremadamente pulcro del asesino. También veremos en Dan conductas similares a las de Jeffrey Dahmer, el famoso asesino que se popularizó tras el lanzamiento de la serie de Netflix Dahmer (Ryan Murphy e Ian Brennan. Netflix. 2022), ya que obliga a sus víctimas a ver películas de terror a su lado antes de acabar con ellas. ç
Al igual que otras obras publicadas recientemente por Kitsune Books como El ministerio de la muerte (Kishi Azumi. 2022), el pilar de la historia de Brutal y todo el interés que encierra este primer tomo se encuentra en la historia de los asesinos y de sus víctimas. Ellos son los que llevan el peso del argumento y los que, a partir de un núcleo narrativo cerrado compuesto por su propia introducción, núcleo y desenlace, nos hacen disfrutar de los relatos de esta historia.
El resto, seamos honestos, es morbo puro. Kei Koga y Ryo Izawa tienen una forma escabrosa de mostrarte la historia a través de la perspectiva de los psicópatas, dibujando a las niñas pequeñas como cervatillos de ojitos redondos y a las mujeres como dulces flores fáciles de ser engañadas y quebradas por los locos con poder.
Después de las primeras y brutales viñetas del principio, que funcionan a modo de cliffhanger sobre lo que te encontrarás dentro, lo más impactante del cómic de Brutal fue, para mí, el caso de las violaciones. En la segunda mitad del tomo veremos cómo una hermandad machista y ridícula de hombres universitarios inician a un joven introvertido a las violaciones en grupo. Lo fuerte no es ver este proceso, sino comprender cómo las víctimas retiraban las acusaciones cuando los abogados les extorsionaban diciendo que si no lo hacían, publicarían el vídeo y arruinarían la reputación de la joven. En una sociedad tan heteropatriarcal, reservada y condenatoria como la japonesa, eso habría supuesto el ostracismo para estas jóvenes, presentando de esta forma un chivo expiatorio para que estos y muchos otros violadores se puedan salir con la suya.
Como se suele decir, no hay mayor horror que aquel que es creíble.
Definitivamente. El tomo 01 de Brutal: Confesiones de un detective de homicidios logra lo que busca que es perturbar la mente del lector y ofrecerle una historia alternativa a aquellos que vivieron la historia televisiva de Dexter o la adaptación de la vida de Dahmer de Netflix. El dibujo de Ryo Izawa es realista y detallado, con escenarios y localizaciones que transportan al lector a un Japón gore y descarnado y complementa la habilidad de Kei Koga para abordar temas tan duros y relevantes como la violación en Japón.
En definitiva, es una obra recomendable para aquellos lectores que buscan algo perturbador y diferente en el género del manga.
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