Rocaeditorial no falla a la hora de editar este libro. En nuestra manía persecutoria, no hemos encontrado ninguna falta y el resultado final de La Isla no se puede más que apreciar: con tapa dura, un papel de buen gramaje y una tipografía grande y fácil de leer, el libro acaba ganando valor por su gran edición, que no nos deja indiferentes.
La construcción de los personajes en la Isla está magistralmente desarrollado, ahondando en los pequeños gestos y manías tanto de Anna como protagonista como del resto de las personas que le rodean. Åsa Avdic prueba ser una escritora de gran talento al ser capaz de introducirnos bajo la piel de personajes extremadamente complejos, cargados de traumas emocionales y de convicciones terribles que los alejan de los estándares a los que estamos acostumbrados en la literatura: Henry es cruel y frío, Anna es extremadamente valiente en la calle y una cobarde en el interior de su casa, etc.
Por otro lado, quizás sin pretenderlo, Åsa Avdic realiza una crítica a las clases políticas dirigentes de la Unión de la Amistad: personajes que realmente representan a los centros de poder de la sociedad actual: Francesca y los medios de comunicación, el viejo general astuto doblegado por el alcoholismo, un Vicepresidente misógino y tramposo, un Presidente superficial e hipócrita y en general un enorme secretismo alrededor de una misión en una isla desierta que sientan las bases del drama.
Actualmente, Asa Avdic está trabajando en una precuela / secuela tal y como declaró en una de las entrevistas que Rocaeditorial tradujo.
No sé en qué punto me perdí, porque La isla está obteniendo muy buenas valoraciones por parte de la crítica y del resto de bloggers de literatura, pero lo cierto es que a mí no me acabó de enganchar del todo. Asa Avdic crea una situación de tensión perfecta para una novela negra: un grupo de completos desconocidos que acaban en el interior de una isla en una misión secreta de alta tensión que da un juego enorme. Hay grandes giros en la trama que prometen sorprender al lector pero que, lamentablemente, ya me esperaba, y en general la misión en la isla de Isola no era razonable ni siquiera desde un punto de vista de ficción lo cual dificultó enormemente que empatizase con el argumento de la trama.
Es cierto que el personaje de Anna Francis está muy conseguido. Los primeros capítulos nos transmite la inestabilidad de una mujer que ha vivido continuamente bajo una presión injustificada, con una tendencia extraña a observar al resto y enamorarse de historias construidas. Asa Avdic es capaz de transmitirnos la imagen mental de una mujer rota, delgada, que no cuida en absoluto su físico al que yo no he podido dejar de imaginar con arrugas en la cara, un rictus de continua decepción, pelo encrespado, bolsas bajo los ojos y un enorme y desfavorecedor plumas. Y a pesar de ello, a pesar de que en ningún momento se nos hable de su talento o su inteligencia, a pesar de que se trate de una mujer derrotada con un hogar disfuncional y adicta a los tranquilizantes, somos plenamente conscientes de que estamos ante un ser con una gran inteligencia.
Después, lo que flaquea, es el resto. Se nota que Asa Avdic es una autora con pocas obras tras ella: sus saltos temporales del pasado al presente a veces están injustificados y nos extraen por completo de la acción. Un ejemplo es el momento en el que, estando en mitad del conflicto en la isla, el Presidente insiste en hablar con “ella”, manteniendo el nombre de la persona en secreto a pesar de que es más que evidente que se trata de Anna Francis. A veces se precipita en la revelación de las tramas y los pasa demasiado por encima, sin ahondar en cómo esa experiencia cambió por completo a los protagonistas.
Henry también es otro personaje soberanamente bien construído: aséptico, frío, increíblemente común. Una de esas personas que olvidas en cuanto la conoces, pero que si te fijas detalladamente verás que usa calcetines de muñequitos y de colores. Esto da pie a que nos preguntemos si detrás de esa apariencia, de esa coraza de hielo y cemento, se esconde un hombre cariñoso, dañado, al que podamos abrazar en una noche de invierno frente a la chimenea. Junto a Anna, vivimos el sueño de amar a Henry, de que él nos entienda, de que todo se solucione a su lado. Pero está claro que eso va a suceder.
La novela está situada en un mundo distópico en el que no se ahonda demasiado. La falta de detalles acerca del día a día, de la vida de la población de a pie o de cómo se llegó a la Unión de la Amistad en Suecia, no ayudó a que consiguiese localizarme en el interior de la trama. De hecho, cuando en una de las entrevistas a la autora le pregunta si se considera la heredera de “1984” de George Orwell por el mundo que había creado, se me pusieron los pelos de punta. Es cierto que la atmósfera que genera Åsa Avdic es interesante, fría y potente, pero no puede compararse a una de las grandes obras maestras de la literatura universal.
Pero ¿esto quiere decir que La Isla de Åsa Avdic es una mala novela? La respuesta es NO. Extrañamente, la vida pasada de Anna Francis y todo lo que cuenta que le ocurrió en la frontera ayudando a los más necesitados, negociando con los grupos terroristas rebeldes y viéndose doblegada por los intereses de un gobierno al que no le importa la población civil, me parecieron fascinantes. Me tuvieron completamente enganchada, incapaz de soltar las páginas y deseando que los sucesos de Isola pasasen rápidamente para introducirme de nuevo en esas vivencias, en la adicción a las drogas, en el miedo a quedarse sola, en el sentimiento de culpabilidad que sufre como una madre fracasada o incluso en su enamoramiento fastuoso hacia Henry y sus calcetines de colores.
Así que no nos engañemos, Åsa Avdic es una gran escritora, solo que es muy posible que la novela negra, no sea su género.
La Isla es una novela ligera, que se deja leer fácilmente. Su gran edición en tapa dura y el tamaño de la tipografía hacen más accesible la trama. Y es que Åsa Avdic es capaz de crear una atmósfera y unos personajes realmente apasionantes, donde las tramas secundarias y el pasado de los personajes pesa más, y son más interesantes, que el argumento principal del libro.
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