Dividido entre cero es el tercer relato de La historia de tu vida, la premiadísima recopilación de historias cortas de Ted Chiang que se publicó originalmente en 1998 y que ha reflotado Ediciones Alamut en España.
Renee es una brillante matemática que se ha dado de frente con un modelo matemático que podría revolucionar, o más derrumbar por completo, la lógica aritmética contemporánea. De alguna forma, Renee es capaz de demostrar que 1 es igual a cualquier otro número existente.
Incapaz de sobrellevar esa idea, decide intentar poner fin a su vida. Sin embargo, en el momento en que va a hacerlo, su marido Carl la detiene y la internan en un centro médico.
Juntos tendrán que aprender en qué posición les deja este episodio y cómo podrán vivir con ello el resto de sus días.
Este análisis está plagado de spoilers. Prevenido quedas
No hay nada que pueda ser multiplicado por cero para dar un resultado que no sea cero; por tanto, el resultado de una división entre cero está literalmente «indefinido».
Este principio matemático del que hace gala la introducción del relato es algo básico dentro de las matemáticas modernas. Funciona con cualquier número menos con el cero ya que este hace que se pierda toda la información.
El relato condensa por completo su significado en un título más que acertado que reza “dividido entre cero”. Este hace referencia a la indeterminación y los resultados inconclusos que rodean a los dos personajes de la obra: por un lado Renee es un auténtico enigma para su marido, Carl, el cual en múltiples ocasiones describe cuán difícil llega a ser entender a la mujer. En una joven que prácticamente no tiene expresiones faciales, que no se comunica correctamente de forma no verbal, esta indeterminación no solo envuelve a su figura, sino que la define.
Dividida entre cero está también su relación matrimonial. Ella ha intentado quitarse la vida y él descubre que ese mismo planteamiento, que el hecho de comprender lo mal que lo está pasando ella, no le produce ningún tipo de desazón y que, por tanto, ya no la ama, poniéndole en una situación de completo desconocimiento sobre el futuro.
Ambos personajes van meciéndose y oscilando en la incertidumbre a lo largo de todo el relato, cortado en párrafos y secciones numeradas en los que la letra “a” designa su visión de la historia y la letra “b” la de él. Una porque la base de su vida intelectual se desmorona, y el otro porque ya no es capaz de vivir solamente con las sobras del amor que ella le otorga.
El relato, al igual que muchos otros de la obra, nos presenta los problemas psicológicos y la falta de salud mental como una de las consecuencias de la genialidad. Y es que continuamente va realizando una comparación entre la base de la aritmética y la lógica sostenida en algo inconsistente con la base de la salud mental basada en reglas sociales que tampoco tienen del todo sentido. Conforme más va perdiendo Renee contacto con las matemáticas tal y como ella las comprendía, en un ejercicio de pura fe y creencia ciega en que lo que siempre se ha dicho, es real, más se pierde ella en la sociedad y en el espacio.
Esto va provocando que descubramos a una Renee más arisca de lo normal, incapaz de mantener una conversación, con insomnio y que acaba perdiendo el contacto con la realidad y con la vida misma.
Su recuperación en el psiquiátrico es prácticamente irreal. La obra de Ted Chiang parece referirse varias veces al hecho de que los psicólogos y psiquiatras son incapaces de plantearse la genialidad científica o matemática de ninguna otra forma que como locura o falta de salud mental. Las formas con las que Renee y otros personajes del grupo de relatos parecen convencer a los médicos dice mucho sobre la opinión del autor de la psicología y las ciencias sociales frente a las científicas.
Como comenté anteriormente, el relato realiza continuamente comparaciones entre la lógica que sustenta el mundo real y la aritmética, introduciendo el concepto de Dios en idea misma de las matemáticas.
Cuando la Humanidad se encontraba con un fenómeno incapaz de explicar (terremotos, volcanes en erupción, tormentas…) decidían atribuirle el origen a un ente invisible al que le daban el estatus de deidad. Esta idea no se cuestionaba debido a lo útil que resultaba para mantener las cosas en una ilusión de orden y entropía. Con las matemáticas pasa exactamente lo mismo: cuando los matemáticos a comienzos del S. XIX descubrieron que eran capaces de generar geometrías alternativas a la euclidiana que daban resultados absurdos pero lógicos, decidieron crear los llamados números imaginarios.
Cuando la raíz cuadrada de -1 = y es fácil amoldar los resultados a lo que necesites.
Renee va explicando a lo largo del relato cómo las matemáticas fueron avanzando hasta un punto en el que empezaron a aparecer resultados extraños que hicieron que se replanteara desde el principio la lógica y la solidez de la base de la aritmética. Sin embargo, estas preguntas que sacuden y derrumban todo el pensamiento lógico contemporáneo a menudo son ignoradas por el resto de matemáticos.
Pero en el momento en el que te planteas desde un punto de vista lógico y racional estos principios, en el instante en el que sigues la filosofía cartesiana y eliminas todo lo que no puedas probar, comprender que los pilares sobre los que se construyó la ciencia que comprendemos hoy en día no existen es comparable al choque que sufre un creyente al comprender que no existe Dios.
En 1931, Kurt Gödel demostró dos teoremas. El primero muestra, de hecho, que las matemáticas contienen afirmaciones que puede ser ciertas, pero son intrínsecamente imposibles de probar.
El hecho de creer en la base de la aritmética cuando no hay pruebas que la sustenten es, a todas formas, similar a creer en un Dios no comprobable.
Esto es, la aritmética como sistema formal no puede garantizar que no producirá resultados como «1=2»; estas contradicciones pueden no haber sido detectadas nunca, pero es imposible probar que nunca lo serán.
Creo que Dividido entre cero es uno de los relatos más flojos de Las historia de tu vida. Después de leer una inteligente interpretación de la forma del mundo en el primero y de la entretenida historia del hombre condenado por su propia inteligencia, este tercer relato apunta maneras con todo su planteamiento pero, en mi opinión, falla enormemente con su conclusión al final de la obra.
Dejadme que me explique. Dividido entre cero es un relato elevado que solo entenderán aquellos con que dominen las matemáticas avanzadas y en el cual solo podrán profundizar aquellos con formación superior en el tema. Una persona que sepa aritmética básica, puede no haber dado los números imaginarios en su vida ni mucho menos sabrá de lo que habla Renee cuando trata de la inducción transfinita, pero eso no es necesario para poder avanzar en la lectura. Esta historia corta de Ted Chiang es intelectual, dirigido a mentes analíticas un poco más elevadas que no necesitaban que explicasen que la pérdida de la base de la aritmética es similar a la pérdida de Dios. Esta premisa está presente prácticamente desde el comienzo de la obra, y manifestarla al final, de esa forma tan expuesta y simple, degrada el nivel intelectual de la obra.
Es como cuando en las películas alguien dice: «ese conducto de ventilación lleva al patio exterior», y un personaje secundario añade para que los menos avezados no se queden atrás: «¡Podríamos escaparnos usando el conducto de ventilación!».
Al mismo tiempo, hay algo que me molesta y obsesiona un poco desde que han caído en mis manos varias obras geniales de pacientes en psiquiátricos como la novela gráfica Manicomnio o Los renglones torcidos de Dios, y es precisamente la poca credibilidad que ha tenido para mí el paso de Renee por un psiquiátrico o la milagrosa recuperación de Carl tras su intento de suicidio (un intento del que se ha recuperado de tal forma que solo lo recuerda de manera anecdótica). Múltiples estudios (como por ejemplo el más reciente que he encontrado sobre la Universidad de Duke (Durham, Carolina del Norte) indican que las personas que han intentado suicidarse son más propensos a desarrollar problemas psiquiátricos y a tener recurrentes pensamientos que les incitan a volver a hacerlo a lo largo de su vida.
No me parece consistente que Carl se recupera maravillosamente bien, y Renee es capaz de lograr que le den el alta simplemente un par de semanas después de haber intentado matarse. No es que quiera que el relato se centre en ello o que orbite alrededor de su dolor, pero creo que de alguna forma el suicidio se presenta como algo banal e inocuo en la obra. Si el autor hubiera prescindido del intento de suicidio, la obra no habría cambiado ni un ápice. No es decisivo para su construcción del relato y sin embargo lo empobrece un poco en el ámbito de la construcción de personajes ya que este backstory no se presenta de forma sólida.
Renee, por el contrario, sí que parece llevar a cabo una lucha interna que la incapacita tanto al principio como al final de la obra y su intención de acabar con su vida es más convincente.
En conclusión, siendo plenamente consciente de que esto es una opinión subjetiva y que puede que el relato le apasione o le sorprenda a alguien que ame las matemáticas y se plantee la caída de todo el método de una forma tan destructiva como atractiva (como planteaba la premisa de Mr. Robot ante la caída de la informática), el relato en sí pasó por mi vida de forma inocua. No me encantó, no me aburrió, no lo odié y está claro que no lo recordaré. De todos los de Ted Chiang que he podido leer hasta el momento, este encarna la perfecta definición de la gelatina neutra: no sabe a nada, pero vaya si es espeso.
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