Fruto del espectacular avance de la ciencia en los últimos decenios, la globalización está transformando de forma radical el orden social y económico del siglo XXI. En un mundo más pequeño y conectado, el progreso y el bienestar llegan hasta el último rincón del planeta, rescatando de la miseria a cientos de millones de personas. Sin embargo, la nueva economía virtual, sumada a la progresiva sustitución del trabajo humano por robots y computadoras, ha generado también un incremento de la desigualdad de tal dimensión que preocupa incluso a quienes no la padecen. La distribución del trabajo y la acumulación de la riqueza se ha distorsionado, tensando a la sociedad hasta el punto de asomarse al abismo de la ruptura. La incertidumbre y el desconcierto se instalan en la gente y los políticos no ofrecen una respuesta racional sino al contrario, algunos apelan a las emociones más primarias. No la ofrecen porque no la tienen, y no la tienen, sencillamente, porque no son capaces de imaginar un sistema diferente.