Diez personas llegan a un pequeño pueblo de Inglaterra para acudir a una reunión a la que se les ha invitado mediante una misteriosa carta. Allí, conocerán a Sergei Gagarin, un excéntrico individuo que, a punta de pistola, les obligará a recordar momentos de su pasado.
—Sí, pero eso son solo palabras, señor Further —dijo acercándose aún más a su supervisor—. Si hubiese algo que yo pudiese hacer para que usted me hiciese un contrato fijo... —Bueno, yo... En aquel instante, Susan se puso de rodillas, desabrochó los pantalones del señor Further y… Salió del despacho con un contrato fijo recién firmado.
¿Qué debía hacer? Si paraba era muy probable que matase a David y después intentase hacer lo mismo con él, pero, si no lo hacía, podría apuñalar a su sobrino igualmente. Si le pasaba algo, no se lo perdonaría jamás; debía pensar cómo salir de esa situación.
—¿A qué esperas? ¡Para de una vez! —Alexandra empezaba a ponerse nerviosa.
Olía francamente bien. Al saludarla, apoyó su mano derecha en el hombro de él y Marcelo pudo sentir cómo un escalofrío le recorría todo el cuerpo. Se quedó completamente paralizado. Jamás le había pasado eso antes y, por alguna extraña razón, sabía que no le volvería a pasar con nadie más.
Se sentó en la única mesa que había libre, abrió la carta y sacó el papel que tantas y tantas veces había leído.
Si está leyendo esto, considérese formalmente invitado a la reunión que se va a celebrar en Bibury, Gloucestershire, Inglaterra. La Corporación le ha elegido a usted expresamente para que acuda al evento, así que no nos decepcione y, por favor, preséntese allí el próximo ocho de febrero. En esta misma carta encontrará la hora y el lugar exacto donde se producirá el acto.