En Momoko tenemos la suerte de presentar unas narraciones de terror editado por Kelonia Ficción que te harán sentir pavor, valentía y asombro. Todos los protagonistas de Oscuralia están solos y tienen que lidiar con unos monstruos dignos de Ulises. Nosotros, los lectores, escucharemos sus secretos.
¿Te has asomado alguna vez por el borde del acantilado? No le mientas a tu abuelo; sé que lo has hecho, todos lo hacemos, aunque no se deba, hacemos muchas cosas por curiosidad aunque no sean buenas; demasiadas.
Se le quedó la mirada perdida y no dijo nada más en un rato, como si tuviera la cabeza en otro lado. De vez en cuando, entre calada y calada, me miraba de reojo, pero sin decir ni pío. El muy cabrón estaba haciéndome su propia oposición, y no tenía claro si yo valdría para aquel trabajo o no.
Cuando le preguntaban, él se encogía de hombros y cambiaba de tema. Se sentía incómodo. No había pedido ser el último en verle con vida. Habría cotilleos durante años.
-Esto es un juego, pero yo no he puesto las normas. Solo soy la mensajera, ¿vale? No sé todo lo que pasa ni por qué, solo sé que aquí hay aire para que respiren cuatro personas durante tres horas. Cuando pase ese tiempo la salida se abrirá y quienes sigan con vida podrán salir.
¿No opináis, queridos amigos, que en la vida nuestro fin último debe de ser conocer la verdad, pues la verdad nos permite discernir la realidad de la ilusión?
Severo tañe la campana. Su sonido, grave y metálico, le ensordece. Una bandada de gorriones huye del tejado de la torre. Los muertos detienen su avance y giran las cabezas en dirección al campanario. Gruñen. Allá arriba un vivo se les resiste.