Estos mugcakes son seis veces más deliciosos (y baratos) que cualquier postre que puedas comprar en la calle, son fáciles de hacer y forman parte de esa repostería casera que tan bien sienta al espíritu. Eso sí, la mayor parte de ellos tienes que comértelos al momento, porque fríos no valen nada, y si no te gusta la textura cremosa de algunos brownies, entonces los mugcakes tampoco son para ti. Ya lo avisa Mimi Sinclair en la introducción del libro: al cocinarlos en un microondas, nunca lograrás que se doren o que quede crujiente la parte superior.
A pesar de ello, para mí son un verdadero salvavidas y una adicción que acabará pasándome factura, tarde o temprano, en la báscula. Pero ¿a quién le importa cuando tienes en tu mano la receta de la felicidad?