El autor se toma su tiempo para cada viñeta, dibujando rostros de personajes secundarios y diferentes morfologías y cuerpos que abarcan un espectro amplio y maravilloso. A veces une seis para mostrarnos un nuevo espacio en el que Esmera o Marcelo se mueven, mientras que otras las vacía de contenido de manera que la narración en primera persona calen mejor.
Hace falta un increíble dominio de técnica y de dibujo para crear una obra tan bien compuesta, tan agradable a los ojos y que se presta enormemente a una relectura. Y, en el fondo, esa es la función final de este cómic: servir como obra de contemplación, de liberación y de placer visual sin tapujos ni limitaciones.