Tras el amargo desenlace del caso Saint-Aubin, el abogado Dante Oliver decide aceptar la invitación de una antigua cliente, que le cede su lujosa casa, situada al borde de los acantilados de un pequeño pueblo costero, para que pueda tomarse unas merecidas vacaciones. Su descanso se verá, sin embargo, interrumpido de forma imprevista, cuando es requerido para defender al padre Lisardo Arrién, acusado de haber asesinado y crucificado a un niño en el presbiterio de su propia iglesia.
Dante, renuente en un principio a aceptar su defensa, asumirá finalmente el encargo, sin sospechar que la atroz muerte del niño, tras la que se esconden demasiados secretos, tan solo es la inquietante bienvenida al infierno que le aguarda, en el que nada ni nadie es lo que parece.
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El infierno de Dante
El infierno de Dante
Confirmadas mis sospechas sobre la etérea eternidad del original “Elvis la Pelvis”, opté por despedirme del otro Elvis, mucho más corpóreo éste, el cual, dado el evidente sobrepeso del que hacía gala, necesitaría, a no mucho tardar, unas férreas prótesis de cadera para soportar tanto exceso de aforo calórico.
-La verdad, don Zacarías, yo siempre pensé que en la vida de cada uno, como en su muerte, debe haber momentos en los que se prefiere estar solo o, por lo menos, bien acompañado. Pero no todos lo entienden, y por eso hay demasiadas personas, sin nada que hacer, que acuden a los entierros ajenos sin haber sido invitados siquiera – filosofé.