Una Hermana: Un viaje hacia la adolescencia de la mano de Bastien Vivés

Bastien Vivés, reconocido autor de títulos como Polina y El Gusto del Cloro, vuelve con una poderosa y rompedora historia sobre el despertar sexual y emocional de un adolescente: Una hermana. A través de un dibujo sencillo que fluye viñeta a viñeta, Una hermana nos sitúa en ese extraño momento para la vida de cualquier joven que descubre que el mundo está cambiando y que la esfera de los adultos, con sus fiestas, su erotismo y sus problemáticas relaciones empieza a cobrar forma y sentido delante de sus ojos.

Esto es Una hermana, una de las obras que mejor reflejan el espíritu veraniego y la nostalgia de aquellos años del pasado.

Argumento de Una hermana de Bastien Vivés

Nos situamos en verano, en un pueblecito costero de la Bretaña francesa. Allí, Antoine, un joven de 13 años, descubre las alegrías y complicaciones de la adolescencia cuando Helene, una enigmática adolescente de 16 años, irrumpe en su vida.

Antoine, un joven tranquilo que pretendía pasar todas sus vacaciones dibujando y paseando por la playa con su hermano menor, Titi, ve cómo su tranquilidad es interrumpida por la llegada de unos amigos de sus padres que pasarán con ellos una temporada. Estos traen consigo a Hélène, una preciosa joven adolescente, profunda y enormemente solitaria, que conecta en seguida con el carácter tranquilo de Antoine y decide compartir con él cada momento de su verano. De esta forma, conforme avanza la historia, Hélène irá abriendo poco a poco su corazón a Antoine y enseñándole a este los placeres de su primer encuentro sexual.

Un dibujo monocromático, sencillo pero muy expresivo

El primer impacto que te llevas cuando abres Una hermana, especialmente si no conoces el estilo artístico característico del autor, es que el dibujo es de una simpleza apabullante. Basado en líneas fluidas donde las composiciones parecen más bien un boceto o un plan de storyboard, el cómic va ganando coherencia artística conforme vas leyendo, pero está claro que su dibujo no es para todo el mundo. Y es que Vives se apoya en viñetas grandes, ligeras, sin tramas ni demasiados elementos en el escenario, sin construir fondos ni, en muchas ocasiones, los rostros completos de los personajes.

Este recurso que en un primer momento puede chocarte, funciona a la larga. El cómic y toda la obra en sí busca provocarte recuerdos de tus veranos de adolescente y, como suele ocurrir con los recuerdos, a menudo no nos fijamso en los detalles ni somos capaces de construir por completo las caras de las personas que nos rodean.

Esto es especialmente ilustrativo en la forma en la que construye dos esferas muy diferenciadas con realidades totalmente separadas: la de los adultos y la de los niños. De esta forma, Vives ni siquiera se molesta en dibujar los rostros de ninguno de los cuatro adultos con los que pasan una gran cantidad de tiempo los protagonistas y estos están situados, a propósito, siempre en espacios aislados donde no se les pueda ver al completo. Así, el autor establece dentro de la mente del lector un muro de separación entre los dos sin necesidad de marcarlo de forma explícita.

El dibujo, como os decía, fluye. Las viñetas se distribuyen en la página de una forma variable, pero siempre intencionada. En Una Hermana el autor divide la página en tres partes, cada una con una o dos viñetas grandes y amplias que permiten seguir con facilidad la historia, recreándose cuando tiene que hacerlo y rompiendo el ritmo cuando lo requiere la narrativa. Algunas de las páginas, ocupadas por una única ilustración a gran escala, son capaces de generar un impacto emocional muy fuerte que no tendrían si no hubieras leído la historia de per se.

Por el resto, la mayor parte de la novela gráfica se apoya en los primeros planos para transmitirnos sensaciones y emociones, enfocándose en los rostros, los gestos o las partes del cuerpo, subrayando la importancia de cada detalle. La representación de Antoine y Hélène, en particular, es intensamente personal y conmovedora y recuerda poderosamente al cine francés al dotar de significado planos tan sencillos como las manos de Antoine o el pelo de Hélène.

Soledad, adolescencia y despertar sexual

Una hermana brilla especialmente no por su dibujo, sino por su fluida y trabajada narrativa. Como comenté antes, la historia te invita a recordar tus años de adolescencia a través de la inocencia de Antoine hasta la madura Hélène. A pesar de su brecha de edad y experiencia, ambos personajes encuentran una conexión profunda y auténtica, forjada a través de experiencias compartidas, desde su primer trago de alcohol hasta sus primeros escarceos sexuales. Estas situaciones, que podrían ser incómodas de ver (especialmente por el título de la obra que hace que, inevitablemente, el incesto flote como idea por tu cabeza), se muestran con mucha honestidad y naturalidad, mostrando un espacio seguro para que los personajes exploren y crezcan.

La obra comienza así con la perspectiva de Antoine en un lugar alejado donde prácticamente no hay nada que hacer salvo matar el tiempo. Con este punto de partida, Vivés retrata frontera etérea y a veces confusa entre la infancia y la adultez en el que aprendemos a autoexplorarnos. En este espacio liminal, Antoine, el protagonista, comienza a captar y comprender las sutilezas, las subtextualidades y los discursos implícitos que caracterizan las interacciones de los adultos.

Cuanto más se acerca Antoine al mundo adulto con sus fiestas, alcohol y erotismo, más se distancia de la infancia representada por su hermano menor, Titi. Así, iremos viendo cómo se pone en evidencia la brecha de comprensión entre Antoine y su hermano menor Titi. Aunque ambos se encuentran en la misma situación, pasando el verano con una amiga de la familia y su hija, su percepción y su entendimiento del mundo a su alrededor son drásticamente diferentes. Titi todavía está enraizado en la simplicidad de la infancia, incapaz de descifrar los matices de las situaciones y las interacciones de los adultos. Antoine, por otro lado, empieza a darse cuenta de la tensión sexual, la emoción, el deseo y la ansiedad que subyacen en la superficie de sus interacciones con Hélène.

Por otro lado, la naturalidad con la que Hélène maneja su cuerpo y su identidad es otro de los puntos a destacar en la narración de Una hermana. Ella, que se encuentra en una etapa avanzada de madurez, exhibe una apertura y una confianza que parecen desconcertantes para Antoine, quien se encuentra en esa frontera difusa entre la infancia y la adultez. Hélène no duda en cambiarse delante de él y de mostrar su cuerpo, naturalizando el que es sin duda un encuentro sexual consensuado en el que ella guía sus pasos y donde le sirve como maestra..

Mi opinión personal sobre Una hermana de Vivés

Una hermana de Bastien Vivés es una obra más que interesante que proporciona una visión auténtica de esa delicada etapa intermedia entre la infancia y la adultez. La representación que hace Vivés de esta transición, plasmada en los personajes de Hélène y Antoine, funciona a todos los sentidos (narrativo y visual) y aunque su estilo artístico puede no ser del gusto de todos por su minimalismo, su uso de los planos y la fluidez con la que hace que la historia vaya progresando sin duda te va convenciendo.

Así, esta novela gráfica se convierte en uno de los mejores exponentes sobre la incómoda etapa de la entrada en la adolescencia y, sin lugar a dudas, al cerrar la novela gráfica, te deja un reposo agridulce dentro: una mezcla de nostalgia esos veranos donde todas tus preocupaciones eran jugar a la Nintendo, dejar que pasaran las horas, y aprender a besar a la chica que te gustaba.