La literatura, al igual que todas las artes, tiene como principal meta crearnos todo tipo de sentimientos, trasladarnos a nuevas y emocionantes aventuras, llevarnos a reflexiones más profundas y por supuesto, abrirnos un poco (está bien, dependiendo del tipo de libros, bastante) la mente.
Sin embargo, algunos autores logran generar todo tipo de emociones “distintas” en nosotros. Ciertos autores nos abren a nuestros miedos, inseguridades y tristezas, pero de una forma tan hermosa, que se los perdonamos. Incluso, si nos sinceramos un poco, hay cierto placer masoquista que se encuentra en la apreciación de las letras oscuras, melancólicas y tristes de estos autores.
Dos escritores que sin duda entran en estas categorías son Edgar Allan Poe y Horacio Quiroga. Provenientes países distintos, y con experiencias de vida muy contrastantes, ambos lograron hacer arte de la inspiración de sus desgraciadas vidas y su capacidad artística invaluable de transformar sus experiencias en relatos de terror o drama sumamente impactantes.
Ahora, si vamos a la batalla terrorífica ¿Quién ganaría entre estos dos señores oscuros? (No, no nos referimos a Sauron, pero nos gusta la idea de que ellos se inmortalicen en un ojo gigante que nos vea y domine cuando abrimos sus páginas).
Nacido en 1809 en Baltimore, este autor clásico es un icono de muchos fanáticos del terror y lo mórbido, pero sin duda podemos decir que su obra trasciende a los cuervos, los rostros pálidos y ojerosos y las historias cortas que sirvieron de base a muchos autores contemporáneos como Stephen King.
Su vida personal es una mezcla de romanticismo y tragedia. Hijo de actores de teatro itinerantes que lamentablemente fallecieron cuando él tenía apenas dos años, quedando al cuidado de Jhon Allan, quien le dio su apellido (y unos cuantos traumas) un hombre acaudalado con quien mantuvo una turbulenta relación. A los 20 años publicó su primera obra: Tamerlan y otros poemas, su introducción al mundo de la poesía, donde también marcaría historia.
Expulsado de la Universidad por su gusto por la bebida y al azar, acarreó ciertos fracasos en la vida “profesional”, se unió al ejército y consiguió un ascenso en la Academia Militar de West Point gracias a su padre, pero también fue expulsado por negligencia ¿Un fracasado? Tal vez en el mundo marcial pero sin duda no en el literario.
Se casó con su prima Virginia Clemm (de apenas 14 años) y luego de la publicación de su libro “Poemas” en 1931 comenzó a ganar suficiente renombre para convertirse en un crítico literario incisivo y un tanto temido.
Para 1840 publicó el famoso cuento de “Lo arabesco y lo grotesco”, que contó con un éxito rotundo, tanto como sus sucesores: el escarabajo de oro, el cuervo y otros poemas, Las campanas y otras obras que lograron grabar en piedra su nombre en la historia de la literatura negra, la poesía y el arte.
Sin embargo, la tragedia nunca pareció dejar de rodear su vida. Su joven esposa fallece de una larga y dolorosa enfermedad en 1847, lo que incentivo su adicción al alcoholismo, las drogas fuertes y la mala vida, al punto en el que 2 años más tarde, fue encontrado inconsciente en la calle, y aunque fue llevado al hospital inmediatamente, falleció días después de un aparente derrame cerebral.
Aunque la obra de Quiroga tiene tintes mucho más variados y por ocasiones menos tétricos que los de Poe, las similitudes en el estilo y la melancolía resultan innegables.
Nacido en Uruguay en 1878, comenzó a interesarse por la literatura a muy temprana edad como un joven enamorado, dedicarle su obra “Una estación de amor” a su novia del momento.
Emigró a Europa donde se codeó de algunos grandes del arte y la literatura y posteriormente emigró a Argentina donde se armaría de un renombre importante, siendo trabajador del consulado Uruguayo generó diversos contenidos publicados en revistas y prensa. Su calidad de crítico y su eventual “Decálogo del perfecto cuentista” sirvieron de referencia a diversos cuentistas de habla hispana durante décadas.
Sin embargo, su vida también fue muy cercana a la tragedia, reflejo fiel de sus trabajos más conocidos como: Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917), Cuentos de la selva (1918), La gallina degollada y otros cuentos (1925) (este la verdad que nos pone los pelos de punta) y Los desterrados (1926) son un reflejos de algunos de los aspectos más traumáticos de su vida:
Su padre murió en un accidente de caza mientras descendía de un bote, se disparó accidentalmente. Dos de sus hermanas fallecieron de fiebre tifoidea. Más adelante su madre vuelve a casarse y su padrastro se suicida en una escena traumática que él presenció.
Como un dejavú de lo ocurrido con su madre, Quiroga asesina accidentalmente a su amigo Federico Ferrando mientras limpiaba un arma, y por su fuera poco, su esposa luego de 6 años de matrimonio se suicida ingiriendo veneno en una agonía nada menos que traumática y como si de una maldición se tratara, el hijo de ambos también se quita la vida poco después.
Abandonado por su segunda esposa e hija, fue diagnosticado con cáncer de estómago, y al mismo día de enterarse, ingirió cianuro y acabó con lo que parecía ser una tortura interminable, a pesar de sus incontables éxitos académicos.
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