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Mlog 05: Los libros de cocina: la promesa eterna

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Mlog 05: Los libros de cocina: la promesa eterna

¿Qué tienen los libros de cocina? Sus tapas blandas, sus fotografías a todo color, su promesa de una vida más sana, más energizante, de mejor humor, consigue enamorarme. Sus autores, todos ellos delgados, felices, con una sonrisa Vitaldent y una cesta llena de apios que se vuelven hacia la cámara del estilo de “oh, vaya, me has pillado justo recogiendo los ingredientes de mi ensalada toscana”, me hacen soñar en un futuro mejor. En la idea de esa mujer.

Sí, sí. ESA mujer. La que aparece por la oficina con tacones, sorbiendo un chai latte, sin ojeras ni bolsas después de su clase de yoga espiritual. La que cobra mucho, aunque no le preocupa el dinero. La que opta por la ensalada de temporada en un cuco “bistró” que nadie conoce de su ciudad. La que es feliz, sin complejos ni celos, y esa felicidad se traslada en lo sana que es su piel y lo preciosa que es su cocina.

Oh, sí. Los libros de cocina son capaces de venderme eso. De decirme que me encontraré bien, que perderé mi insomnio congénito (o genético, quién demonios sabe). Saben venderme esperanza, futuro, felicidad en cada plato. Son capaces de hacerme sentir invencible en la cocina porque comprendo qué coño es la quinoa, qué significa “tamizar la harina” o por qué demonios tu estofado sabe a algo que se sirviera en un antro de algún país perdido con gusto por los insectos.  

Pero no me vale cualquier libro. No. Deben tener una edición impecable. Fotografías modernas, en ángulo cenital, de frente, de perfil, enclaustrando las ensaladas en jarras y las sopas en botellas, mostrándome la facilidad de crear masa madre o cortar la masa fresca de los spaguettis. Y entre todos ellos, tengo un fetiche irresistible. Uno capaz de ponerme la piel de punta y hacerme soltar pequeños gemiditos de emoción: los libros de Lunwerg.

Lunwerg no me patrocina. Jamás me ha mandado ningún libro. ¿Cómo hacerlo? No les saldría rentable. Tengo prácticamente todo lo que han publicado. Zumos y smoothies, smoothies detox, súper smoothies, ensaladas en frasco, sopas detox, sopas completas… Su sello se enmarca en la colección “Come bonito” y yo, inocente de mí, los compro uno a uno, me los llevo a una cafetería y leo una a una las recetas. Las siento mejor de cómo luego me saldrán, las hago mías, descubro en cada ingrediente y proceso de elaboración una nueva promesa de felicidad.

Ah… papaya y calabaza. ¿Cómo no se me había ocurrido?

Smoothies de cacao y arándanos. Dios bendito, esto es lo que significa la felicidad.

Para mí, que se ha criado en una familia eminentemente carnívora, los libros vegetarianos y veganos son los mejores. Los más coloridos. Qué le follen al mundo, al invierno gris e interminable, a las calles a rebosar de coches, a los 21 whatsapps pendientes del trabajo o a los problemas que se acumulan a mi alrededor. Que le follen a la gente que me insulta o al trabajo pendiente, a la cuenta corriente titilante, al dinero que siempre falta, al estrés, a no poder soportar los tacones y menos conducir 1 hora y media antes para ir a yoga antes de mis jodidas 11 horas y media en la oficina.

Este momento es del recetario y mío. Y mientras tenga eso, mientras tenga mis libros y pueda cocinar, seré feliz. Seré esa mujer. Estaré completa.

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