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NOTA: 6

El rey de la dedalera: reseña de un amargo trago de fantasía nicromántica

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - El rey de la dedalera: reseña de un amargo trago de fantasía nicromántica

En el corazón de un reino donde la belleza y la muerte se entrelazan como enredaderas venenosas, descansa la historia de Lore, una joven cuyo don es tan fascinante como letal. El rey de la dedalera, la primera entrega de la saga El reino de la Belladonna, prometía ser un viaje intoxicante a través de un mundo donde la magia y el veneno son dos caras de la misma moneda. Sin embargo, ¿es este libro un elixir embriagador o un veneno que promete más de lo que entrega? Acompáñame a través de las sombras y los secretos de este reino, donde la muerte puede ser tan seductora como la vida misma

Argumento de El rey de la dedalera

El rey de la dedalera nos sumerge en la vida de Lore, una joven de veintitrés años cuya habilidad para traficar venenos solo es superada por su don para canalizar la magia de la muerte. En un descuido en mitad de una entrega de mercancía ilegal. Lore es capturada por los Presque Mort, un grupo de monjes guerreros que sirven al Rey Sagrado.

Por un momento, en un mundo en el que el tráfico de belladona está absolutamente prohibido y tras revelar ante todos que es, en realidad, la última nigromante después de que todas hubiesen sido quemadas en la hoguera, su destino parece claro: la muerte.

Sin embargo Anton, el imponente sacerdote líder de la iglesia, y su gemelo, el Rey August, le ofrecen una oportunidad: le perdonarán la vida a cambio de que utilice sus habilidades para espiar y resolver una serie de muertes sospechosas que asolan las aldeas limítrofes del reino y detrás de las que están completamente convencidos de que se encuentran los enrevesados intereses políticos del guapo príncipe heredero, Bastian.

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Pronto Lore se ve arrastrada a un juego de poder y misterio, debatiéndose entre Gabriel, el Presque Mort que la escolta, y un príncipe que no parece tan malo como en un primer momento le habían dicho…

Un setting maravilloso, un sistema de magia sorprendente.

Empecemos con la parte increíble de este libro: el setting, ambiente y sistema de magia es oscuro, fascinante y novedoso. Y es que la autora, Hannah Whitten, es capaz de crear un ambiente sobre el que construir la novela cargado de matices, una mitología plausible y no demasiado manida, un sistema de creencias que impregna todos los estratos de la sociedad y, por qué no, un sistema de magia nigromántica tan gore, inquietante y bien hecho que podría competir con el de Pent en Gideon la Novena (Tamsyn Muir. Nova). 

Comencemos por la ciudad: la autora ha creado una ciudad en decadencia, llena de callejuelas laberínticas que esconden bajo ellas un laberinto de pasadizos y criptas llenas de zombies y drogadictos. En su corazón, escondido, duerme el cadáver de la diosa de la muerte, en continua putrefacción, y su degeneración emite olas de una magia oscura similar a la radiación que acaba con la vida de lo que toca.

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Simulación de mapa generado por IA del interior de la ciudad de El rey de la dedalera 

Así, Hannah Whitten crea para nosotros un mundo donde, en un primer momento, la religión tiene una fuerte influencia ya que, al contrario de nuestras religiones presentes, allí tienen pruebas fehacientes de que sus dioses existieron y se enfrentaron. Es cierto que la dualidad entre el dios Sol-Vida y la diosa Luna-Muerte está más que vista, pero también hemos de reconocer que la forma con la que la autora crea una sociedad basada en el control de los pobres a través de un ejércicito eclesiástico (los Presque-Mort), a los que les lavan el cerebro y que se parecen de forma inquietante a los templarios en su cruzada contra el mal y la nigromancia, es refrescante y nuevo.

Por si fuera poco, la obra se impregna de referencias católicas y cristianas, que se reflejan en la persecución y condena de los nigromantes, un eco de las cazas de brujas de la historia. Pero lo que realmente destaca es la religión que sustenta a toda la sociedad: la adoración a un dios masculino y poderoso frente a una diosa enterrada cuyo cadáver exuda una magia negativa llamada Morten. Este Morten, similar a la radiación, se acumula y se concentra, amenazando con acabar con todo a su paso. Solo los nigromantes, perseguidos y asesinados, y los Presque Mort, pueden llegar a canalizar esta energía.

Y la forma en que lo hacen es… dejadme ser clara, creepy, inquietante… sobrecogedora y muy atractiva. Cuando Lore comprende cuál es su poder y empieza a usarlo, las descripciones de Hannah Whitten sobre caballos degollados que se levantan y pacen, inquietos, buscando a su amo; o de cadáveres de niños con los ojos velados como los peces chillando son simplemente… perturbadoras.

Asimismo la obra cuenta con una crítica mordaz al sistema de clases del capitalismo. Whitten nos muestra con una crudeza impresionante la vida de las clases bajas, en contraposición con la opulencia y la frivolidad de los aristócratas y los ricos. Todo ello rodeado de una trama de misterio que envuelven las muertes en las aldeas limítrofes y que se convierte en algo fascinante.

Y es por eso por lo que, cuando la novela cae en picado, seguí leyendo obsesivamente, desquiciada por saltarme el momento romántico-amoroso, los besitos en la corte, los juegos de té, la charla insustancial, las visitas secretas al barrio de pobres y otra serie de shenanigans e incoherencias con la trama que me hicieron sentirme profundamente decepcionada con la obra.

¿Levantar a los muertos? Pero si yo solo quiero BAILAR

Y ahí es conde se complica todo, porque está claro que Lore es una protagonista muy prototípica: una chica huérfana, con un pasado secreto, mucho más atractiva de lo que cabría esperar y, por supuesto, POR SUPUESTO, debatida entre dos perfectos y apuestos caballeros.

Así, Hannah Whitten despega la atención de la nigromancia, los muertos, los misterios, el Rey que es además un drogadicto, las tramas de la corte, la diosa incorrupta y el mortem para centrarse en una trama de romance adolescente cargada de agujeros de guion. Y me vais a perdonar cuando lo diga, pero qué inmenso desperdicio, porque parece que Hannah Whitten tenía un magnífico punto de partida y que se quedó a medias. Y ahora he de avisarte de que a partir de aquí hay minor spoilers, por lo que puedes saltártelo si no quieres que te revele nada de la trama.

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Pequeños spoilers a partir de aquí

El primer gran agujero de guion se da con la aparición de Lore como “espía profesional” a la hora de introducirse en la corte. Sin embargo, en cuando Lore pisa la corte nos deja claro que, o bien los nobles se han metido más belladona de la que deberían, o bien no son demasiado inteligentes, porque Lore se equivoca, suelta tacos, tropieza, no sabe emplear ropa de noble y es, en todos los aspectos, tan buena espía como yo podría ser ingeniera agrícola.

En segundo lugar, la belladona, para ser el nombre de la novela y el principal activo por el se mueve la economía sumergida y los aristócratas de la novela, tiene absolutamente cero peso en la trama y el argumento. No solo eso, sino que personalmente, me pregunto ¿por qué belladona? Está claro que el nombre de la planta suena tóxico, pero la belladona, con sus propiedades calmantes, sedantes y sí, también capaces de interrumpir el sistema respiratorio humano, no tienen nada que ver con las propiedades excitantes, emocionantes y capaces de convertir en piedra a los que la consumen. ¿No habría sido más acertado pues escoger otro nombre de otra planta más acertada?

Pronto la obra pasa de ser un must nigromántico a un baile de máscaras donde aristócratas son extremadamente majos, ella debe enfrentarse al hecho de que Gabriel no se fia de Bastian ni Bastian de Gabriel, los dos son muy guapos y no sabemos realmente quién es el malo. Y eso son, fácilmente, tres cuartas partes de la obra que continúan apoyándose en afirmaciones pobremente construidas para que los protagonistas no tengan una salida lógica a lo que obviamente no deberían hacer.

¿Salir de la ciudad? Ni hablar. Lore no-puede, pero no te digo por qué ni te muestro lo que pasa cuando se acerca a las fronteras de la ciudad.

¿Qué te parece hablar claramente de tus emociones con los dos chicos? ¡Imposible! Somos una joven atribulada.

¿Y si acaso, no acudimos a la que claramente es una trampa mortal orquestada por el malo y el más malo? No, claro que no. No podemos huir. Debemos enfrentarnos, juntos como novios, al peligro que nos acecha.

TODO
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El príncipe solar me ha dejado a oscuras, maldita sea

Todo ello hace que, desafortudamente, por mucho que amase Dellaire (la ciudad en la que se sitúa la novela), la forma tan genial con la que Hannah Whitten crea un dualismo de poder entre Anton - Sumo Sacerdote y el Rey (mellizos, dos partes de lo mismo como el Dios Sol y la Diosa Luna), las continuas referencias al catolicismo y al mundo de las ideas de Platón sumergidas en la religión que han montado, el planteamiento del fin del mundo y de los zombies y otra serie de construcciones sublimes, la base narrativa no se soporta.

¿Quizás es porque ya he llegado a un punto en el que para mí, las decisiones de los personajes tienen que sustentarse en decisiones lógicas o al menos razonadas y no solo en emociones en efervescencia? ¿Es que quizás necesitaba una taza de belladona líquida antes de leer esta novela?

No lo sé, demonios. Lo único que creo, es que El rey de la dedalera y El Príncipe Solar me han dejado, inexplicablemente fría y a oscuras.

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