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NOTA: 6.5

El club de las chicas malas, opinión de un cómic listo para golpearle al patriarcado en las pelotas

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - El club de las chicas malas, opinión de un cómic listo para golpearle al patriarcado en las pelotas

El club de las chicas malas es un cómic complejo que pertenece a ese grupo de rarezas entre las que se encontrarían Érase una vez en Hollywood de Tarantino o No more heroes: Travis Strikes Back en el mundo de los videojuegos. Es decir, una bizarrada no apta para todos los gustos que si lees fijándote en las referencias que van apareciendo te sentirás extrañamente encantado. 

Es decir, este cómic es igual a la escena del lametón de pies de Salma Hayek en Abierto hasta el amanecer: puede excitarte enormemente o dejarte con una expresión de disgusto supremo. Bajo tu sórdido y fetichista criterio queda la cosa.

Sobre el estilo artístico de El club de las chicas malas 

Lo primero que notarás al coger El club de las chicas malas en tus manos es que su estilo visual es algo contradictorio: por un lado no se parece a nada que hayas visto antes, mientras que por otro te resultará enormemente familiar. 

Esto se debe a que el autor, Ryan Heshka, es un poderoso afiliado al movimiento del arte pop del S. XXI. De esta forma, las siluetas de las jóvenes son estiradas y muy estilizadas hasta rozar lo imposible con sus cinturas de avispa y sus poses a menudo forzadas por los zapatitos de tacón de plástico. Las viñetas se reparten de una forma razonablemente homogénea teniendo en cuenta que en vez de seguir líneas horizontales para dividirlas, el cómic opta por diagonales crecientes, contribuyendo a generar esa sensación bizarra y desordenada que empodera la obra.

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Los rostros de las chicas, eso sí, son prácticamente indiferenciables. En su intento por crear representaciones cercanas a la clásica figura del pop art le juega una mala pasada al optar siempre por las cejas súper finas, los ojos entrecerrados y el pintalabios negro (que le fuerza a mantener la boca de las chicas siempre abiertas para que el contraste con los dientes evite un efecto estético desfavorable). 

Feminismo, pelos rosas y macarras al volante 

La novela gráfica es una continua sátira general a las películas de los gángsteres del Hollywood clásico, todo ello aderezado con un toque macarra y sucio donde se invierten los papeles: ellas son las violentas delincuentes sin escrúpulos que reaccionan de forma brutal a los comentarios misóginos de los otros y ellos son simples peleles sin funda ni alma. Como ocurría con otras películas y obras que se jactaban de su feminismo radical, la construcción de esta idea no viene por la genialidad individual de las chicas (que, a fin de cuentas, muchas veces no puedes ni diferenciar a las unas de las otras) sino porque ellas se presentan bellas y esbeltas frente a un grupo de hombres lerdos y dibujados a propósito como si acabaran de ser hervidos junto al puré de un bebé de dos años.

Precisamente como muestra de rebeldía, El club de las chicas malas se dibuja en blanco, negro y rosa. Blanco y negro como las viejas películas de los 50 y 60 en las que se inspira, y el rosa chicle que reivindica un color tradicionalmente asociado a la feminidad más suave para darle una patada en las pelotas al lector con ese contraste de saturación

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La misoginia y el machismo viene perfectamente categorizado en esta cómic al dividirlo entre los frentes de aquellos que desean la caída de las chicas malas. Por un lado, el alcalde Schlomo representa al gobierno, siempre en contra de darle voz y voto a las mujeres hasta que no le queda más remedio que subirse a la ola (y entonces, proponen a hombres como candidatos a defender la causa feminista, porque siguen siendo en el fondo unos devora-bacons): y por otro la iglesia bajo el dominio del Pastor Grandly.

Referencia a la ballena Betsy y a otras grandes figuras del pop

Es fácil pasar por alto en mitad de la orgía de drogas y de las mujeres que esnifan cocaína de espejos, la cantidad de referencias que Ryan Heshka ha introducido en el cómic. Ya sin ir más lejos, es evidente que las jóvenes son una parodia violenta de las Pink Ladies de Grease, las cuales aparecen como santas frente a estas jóvenes de violencia incomparable. 

Desde el nombre del coche que aparece en las primeras páginas (Betsy, presumiblemente por la película de igual nombre de 1978 que se describía en su póster promocional como «Violencia, ambición y sexo en la lucha por el poder») hasta Schlomo (que quizás esté señalando el segundo nombre de Freud, el cual era un redomado machista de pies a cabeza). 

La simbología está por todas partes en los más mínimos detalles: las mujeres están celebrando su 13ª reunión cuando las emboscan (precisamente el 13 es el número del diablo), una de ellas acabará convertida en el monstruo de Frankenstein, etc. Todo ello aderezado con expresiones andaluzas (como fullero)

Y es imposible no leer algunas de las viñetas sin poner en tu cabeza la voz de un anunciante de quitamanchas mágicos de los años cincuenta. Por otro lado los personajes se representan continuamente con cierta intencionalidad: la líder de las chicas malas es muy similar a Morticia de Los Adams y el Pastor Grandly aparece siempre que puede con los brazos extendidos para recordar a la cruz.

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Crítica social en esta borrachera de maldad 

Como ya os contamos anteriormente, El club de las chicas malas pretende ser no solamente un homenaje a las novelas gráficas de los 50 y un coma etílico de violencia femenina, sino que esconde potentes conceptos de crítica social en una obra que muchos definen como un empoderamiento feminista. 

Sin ningún tipo de escrúpulo, Hehska saca a flote los tres sistemas más poderosos y corruptos en los que se esconde la misoginia: el gobierno, acostumbrado a que las mujeres callen y no opinen; la Iglesia que ha convertido en arte el hecho de reducir a las mujeres a la encarnación total del pecado; y el sistema judicial al servicio de los políticos. 

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Detrás de cada una de las mujeres del club, se esconde una historia de machismo por todos conocidas: el hombre que juró amarla y la maltrata, la joven violada, la acosada y engañada por su jefe aprovechando su necesidad, etc. Una historia donde ante la violencia del machismo, solo cabe responder con la misma contundencia en esta mezcolanza pulp con sabor a cereza y pólvora. 

Mi opinión sobre El club de las chicas malas 

Es complicado valorar una obra como esta. Primero porque encaja de cabeza en el género pulp, el cual o amas profundamente o lo odias. El argumento de El club de las chicas malas, aunque original, tiene siempre ese regusto de habértelo encontrado antes y la locura de las chicas desde la primera viñeta entra fuerte, sí, pero hace que sea difícil encariñarte con alguna en específico. 

La segunda razón es precisamente toda la simbología que esconde por detrás el cómic. Puedes leértelo como un simple entretenimiento superficial en el que un grupo de piradas se lían a porrazos contra hombres corruptos, o puedes leerlo como el homenaje feminista que es. 

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Porque detrás de El club de las chicas malas se esconden mensajes potentes y poderosos. Mensajes que hablan de responder con la misma contundencia al mal que te provoquen solo por ser una mujer y creer que no te defenderás, mensajes sobre la sororidad entre hermanas y ayudarse las unas a las otras y sobre todo, un mensaje que dicta que no nos callarán. Porque no importa que una caiga en combate o que parezca que la batalla la han ganado ellos. Todas formamos parte del Club de las Chicas Malas, y donde falte una, se levantarán cientos. 

Así que sí, es posible que sea literatura pulp y que a las chicas no se les cierre la boca nunca (literal y figuradamente). Pero sigue siendo un cómic interesante, muy bien editado y con mucha mala leche de por medio. 

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