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Cómo traté de ser una buena persona, poliamor y celos en los años 90

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¿Puede una mujer amar a dos hombres al mismo tiempo? Ulli Llust, dibujante y guionista austríaca, abre la puerta y nos enseña de forma descarnada cómo intentó mantener una relación poliamorosa con dos hombres a principio de los años 90 en Viena. A través de un cómic de 372 páginas impreso sobre tonos rosados, la autora confiesa su miedo a ser rechaza por diferentes editoriales, su búsqueda por lograr conseguir una carrera artística, sus sentimientos de culpabilidad tras dejar a su hijo con sus padres y, sobre todo, el complicado equilibrio en el que tuvo que mantenerse durante años mientras intentaba, por todos los medios, ser feliz.

Argumento de Cómo intenté ser una buena persona

Años 90, Viena. Con el tema del Holocausto todavía demasiado candente entre la población, una joven Ulli Llust hace todo lo posible por seguir viviendo del subsidio del Estado, boicoteando las entrevistas de trabajo que le salen si hace falta para perseguir su carrera como artista. Mientras tanto, mantiene una relación con un hombre mayor llamado Georg.

La vida parece perfecta hasta que Georg le confiesa que ya no se siente sexualmente atraído hacia ella. En lugar de romper la relación, llegan a un acuerdo: cada uno podrá salir con otras personas siempre y cuando sean totalmente sinceros el uno con el otro. Así es como empieza la historia de Ulli con el poliamor y la necesidad de encajar en un extraño equilibrio a las diferentes personas en su vida, porque no tardará ni un mes en dejar que Kimata, un joven emigrante de Guinea Ecuatorial, vaya arrebatándole poco a poco los restos de libertad que quedan en su vida.

Una obra autobiográfica simplemente fascinante

Tras haber triunfado con su anterior obra: Hoy es el último día del resto de tu vida, en el que narra sus aventuras con diecisiete años sumergida en el ambiente punk italiano, Ulli Llust decide invitar a los lectores a visitar unos años atribulados de su vida.

A través de un dibujo sencillo basado en un trazo grueso que recuerda al de un portaminas del 0.7, la autora plantea una historia lineal que funciona a modo de diario de vida. El cómic, impreso en dos tonos principales (negro y rosado), juega con el guion y el espacio entre las páginas en función de lo que tenga que expresar. Así, aquellas escenas que la autora introduce para contextualizar al lector sobre sus problemas económicos, dudas personales sobre su carrera o avance profesional, se condensan en páginas de viñetas pequeñas, un dibujo a mano alzada y un trazo menos detallado que, sin embargo, cumplen perfectamente con su función: transmitirte el caos y la ansiedad que abruman a la protagonista y le ponen continuamente la zancadilla a la hora de prosperar.

TODO
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Este tipo de presión social entre lo que el mundo espera de ella y lo que verdaderamente desea, tema central en la obra, queda perfectamente patente con la simbología de algunas de las viñetas. Así, sentiremos el peso de las comunidades pequeñas del campo reflejado en viñetas en el que la protagonista se la ve continuamente arrastrando y cargando con patatas gigantes, sacos y otros elementos que inducen al lector a sentir esta limitación y agotamiento físicos y mentales. Sorprendentemente, estos desaparecen en el momento en el que Ulli vuelve la ciudad. Al igual que en el mito de Sísifo, la protagonista se verá liberada de esta carga en cuanto vuelve la ciudad solo para tener que arrastrarse de vuelta y volver a empezar cada fin de semana, incapaz de enfrentarse al hecho de que ha dejado una parte importante de su vida incompatible con su dinámicas actuales en la casa de sus padres para no hacerse totalmente cargo de ella.

La obra te hace preguntarte cómo fue la vida de aquellas personas que en su momento se auto-declararon punkies y que vivieron en la ilusión de la libertad anticapitalista y cómo su vuelta a la sociedad y las reglas de consumo provocan que se arrepientan de las malas decisiones que había tomado de jóvenes.

Nacida y criada en un pueblo, Ulli se encontrará en plena efervescencia social de los años 90 en una ciudad que empezaba a abrir las puertas y la mentalidad a un estilo de vida alternativo a la estructura hegemónica heteropatriarcal basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer. Son los años 90 y Riot Grrrl, el Tercer Movimiento Feminista y el movimiento de mujeres lesbianas levantaban el puño en Alemania y Austria, clamando por los derechos que hasta entonces la sociedad censuraba o reservaba para los hombres. Es un momento de efervescencia social en el que empezaron a surgir grupos y comunidades que promovían el poliamor y otras formas alternativas de amor y relaciones.

Sin embargo, Ulli no se propondrá saltar inmediatamente a una relación de poliamor desde el primer momento. Así, iremos acompañando a la protagonista a lo largo de un camino de autodescubrimiento no exento de errores y de aprietos que empezará en el momento en el que Ulli empieza a ser consciente de su propio deseo sexual.

Mujer, deseo y poliamor en Cómo intenté ser una buena persona

El comienzo de la novela gráfica nos traslada al despertar sexual de Ulli y a su frustración al descubrir que la falta de apetencia de Georg le afecta más de lo que parece. En un contexto en el que hombres como Sigmund Freud, Havelock Ellis o Richard von Krafft-Ebing se apoyaban en la medicina hipocrática y la filosofía platónica, las cuales concebían a las mujeres como seres sexualmente pasivos e incapaces de sentir placer, Ulli se encontrará entre la espada y la pared al comprender que se siente increíblemente insatisfecha cuando no mantiene relaciones sexuales con ningún hombre.

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Esto la llevará a ver formas fálicas por todas partes, las cuales incluso se mostrarán en cierto momento reverenciadas, adoradas y ansiadas por un grupo desesperado por obtener placer. La frustración sexual de la protagonista la llevará a obsesionarse con el sexo, el cual estaba muy censurado desde el punto de vista femenino en aquel momento. La falta de un diálogo abierto sobre el tema o las dificultades con las que en aquel momento podía percibirse la compra de objetos de autoplacer la empujará, desesperada, a encontrar un desahogo sexual fuera de su casa.

Así es como conocerá a Kim, uno de los puntos centrales y más interesantes de la obra. Kim plantea un punto de conflicto y abre un diálogo no solo con Ulli, sino también con el lector, sobre el poliamor, la toxicidad de las relaciones y la importancia de aterrizar las expectativas amorosas de tus amantes. Kim, un emigrante de Guinea Ecuatorial que malvive en una fábrica, se presenta a Ulli y rechaza su intento de mantener relaciones sexuales con él bajo una sospecha agresiva y preocupante: teme que la mujer lo esté sexualizando por su color de piel.

Como ya han contemplado otros autores como Bell Hooks, Toni Morrison o Angela Davis, Kim está seguro, al menos en un primer momento, de que Ulli se aprovecha de su situación privilegiada como blanca burguesa con la nacionalidad para aprovecharse de él, creyendo que ésta tiene en su cabeza los dañinos y erróneos estereotipos racistas y sexistas que perpetuan los medios de comunicación del momento que propagan la idea de que las personas de color son sexualmente explícitas, exóticas o promiscuas. La crítica argumenta que esta sexualización es dañina porque reduce a las personas de color a objetos sexuales, negando su humanidad y perpetuando la discriminación y la opresión.

Sin embargo, en cuanto Ulli y Kim empiezan una relación, formando parte de un trío amoroso, será cuando comiencen los problemas. Haciendo honor al nombre de la obra (Cómo intenté ser una buena persona), Ulli siempre se muestra sincera y conciliadora, tratando de aplacar las inseguridades del principio de Georg y calmando los celos pasionales que pronto dinamitan su relación con Kim. A través de un dibujo siempre explícito y muy honesto con el tipo de relación basada principalmente en el sexo de Ulli y de Kim. La falta de censura e inhibición con la que la autora dibuja los órganos sexuales femeninos de manera explícita y abierta, habla de la reivincidación por el placer sexual femenino. La novela gráfica se presenta así, como un reclamo y un canto a representar a las mujeres reales: con sus estrías en el estómago por el embarazo, la maternidad forzada y el deseo sexual.

Celos, tradición y machismo: mostrando las dificultades que entraña el poliamor.

Cómo intenté ser una buena persona se apoya en el dibujo para hablar de las delicadas relaciones interpersonales tanto románticas como de amistad que se palpan en esta obra. Así, a través de los flashbacks en los que la protagonista nos habla de sus amigas de la infancia y las relaciones que tiene con Kimata y Georg, podremos ver cómo la obra se carga del conflicto interno entre lo que una desea y acomodarse y adaptarse al estilo de vida que el resto espera para ti.

Kimata, al principio completamente de acuerdo con la relación poliamorosa que Ulli ha planteado para todos, empieza a sentirse absolutamente desolado y a reaccionar con violencia al comprender que su mujer no encaja en los estándares tradicionales a los que él está acostumbrado. Procedente de una comunidad tradicional de Guinea Ecuatorial en los años 90, Kimata y sus amigos contemplan a la mujer como alguien con un papel subalterno y es incapaz de comprender la forma con la que Ulli retine su libertad y su propio poder en lugar de ponerlo en sus manos. Confundido a menudo con la idea de que Ulli no le ama, los celos de Kimata irán escalando poco a poco.

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Conclusión de Cómo intenté ser una buena persona

La novela gráfica Cómo intenté ser una buena persona es una fascinante autobiografía en la que Ulli, una aspirante a dibujante profesional, se verá dividida entre lo que el mundo espera de ella y lo que realmente desea. Esta división y conflicto interno se plasma no solamente en sus relaciones personales y profesionales, sino también en cómo plantea su tiempo dividido entre un hijo para el que claramente no hay espacio en su vida personal y una relación poliamorosa para la que sin duda uno de sus amantes no está preparado. La obra, que se suma a otras que tratan los problemas intrínsecos de las relaciones poliamorosas como la novela gráfica Laura Dean me ha vuelto a dejar (La cúpula) o la novela Conversaciones entre amigos (Literatura Random House) se carga con un desesperado intento de la autora de conciliar y mediar en los celos y conflictos de Kimata, su amante de Guinea Ecuatorial, es en el fondo una reivindicación por el placer sexual femenino y una manifestación desesperada de la autora por poder ser libre bajo sus propias reglas, haciendo que nos preguntemos ¿realmente es el poliamor para todo el mundo?

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