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NOTA: 7.5

Reseña de El sueño de Newton, el libro de Carolina Redondo

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Reseña de El sueño de Newton, el libro de Carolina Redondo

Argumento de El sueño de Newton

La vida de Mara está completamente al revés. Desde que murió su madre y cayó en el mundo de las drogas, cada paso que ha dado la ha arrastrado más y más a un pozo de desesperación: la han despedido trabajo en una prestigiosa universidad en la que enseñaba historia del cine y sobre todo, ha perdido las ganas de vivir.

Todo cambiará cuando conoce a Krups, un hombre que no recuerda ni su propio nombre y que carece de pasado. Y de pronto, un día, Mara recibe un encargo cargado de misterio que la hará destapar por completo un secreto que Newton se llevó a la tumba… y por el gente muy poderosa está dispuesta a matar.

Análisis de El sueño de Newton

Si tuviera tapa dura y una portada realmente trabajada, El sueño de Newton parecería la obra de una escritora de renombre con muchos títulos publicados que respalden su trayectoria profesional. En el momento en el que superas la primera barrera de la portada y te zambulles en las páginas de El sueño de Newton, Carolina Redondo te va atrapando con una prosa trabajada y rítmica, una separación magistral de los capítulos y un argumento que se va desvelando frente a ti como un joven tímido que teme que lo conozcas de verdad.

La obra es, ni más ni menos, una historia sobre un manuscrito que alguien con muchos ideales esconde y que un grupo poderoso persigue con mucho ahínco. Mara, una joven investigadora, se ve envuelta en el asunto por pura casualidad y acaba teniendo que huir por su vida. Su argumento que podría parecer típico o incluso común está relatado de una forma magistral, esgrimiendo una profunda documentación sobre el contexto en el que se mueven los personajes.

El sueño de Newton da continuamente saltos del presente al pasado, pasando por la perspectiva de hasta cuatro personajes claramente diferenciados: Mara (tanto en el presente como en el pasado a través de su diario); Krups, Lawrence y su hijo William. Cada uno de ellos cuenta con una motivación realmente potente y fuerte para estar presente dentro de la obra y están genialmente construidos y trabajados.

Mara, la mujer que ha perdido las ganas y el objetivo de vivir y que mantiene una relación algo fría y distante con su hermana Breatriz desde que murió su madre, necesita estar continuamente enganchada a un proyecto o una ocupación para darle sentido a su vida. Primero fue su madre, después la droga y cuando por fin recobra la esperanza, será encontrar el pasado de Krups o incluso desentrañar el misterio detrás de la mujer con la mancha en la cara.

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Se veían a diario. Se contaban qué habían averiguado y trazaban planes de actuación. Krups carecía de nombre, de una fecha de nacimiento, de un historial médico. Recorrieron sistemáticamente todos los barrios de la ciudad, pero ningún lugar le resultaba conocido. Visitaron universidades. Introdujeron la foto de Krups en un programa de reconocimiento facial. Buscaron en “Personas desaparecidas”. Hablaron con una amiga de Mara que era policía. Les dijo lo que Krups ya sabía: no era nadie, no había registros ni huellas familiares.

Krups, inocente como solo puede ser un niño que no recuerda la maldad ejercida contra él, vive oscilando continuamente alrededor de Mara, la razón de su existencia y la mujer de la que cree haberse enamorado.

Lawrence es también un personaje realmente complejo: temido por sus inferiores y adulador con sus superiores, este hombre despótico y tirano que no dudaría en sacrificar a una familia entera se mueve por un principio tan digno y moralmente aprobable como es el amor. La necesidad de recuperar a su mujer Kittie hace que incluso pase por encima de su relación con su hijo mientras esgrime una y otra vez el argumento de que protege a los involucrados con la trama del manuscrito de Morris cuando él es el único peligro.

Krups representa realmente al personaje más fascinante de la obra, incluso por encima de la famosa mujer de la cara con la mancha. En un mundo actual en el que vamos dejando un rastro por donde pasamos (valoraciones en restaurantes, rutas en GPS, redes sociales, histórico de pagos y de llamadas, cartas de fidelización, tarjetas de clientes, huellas dactilares, etc.), el hecho de estar completamente vacío puede ser una bendición para algunos y una maldición para otros. Si no sabemos de dónde venimos ¿cómo sabremos hacia dónde dirigirnos? Como un barco a la deriva, sin identidad, sin recordar si le gusta el chocolate o las pasas o si prefiere el mar o la montaña, Krups se aferra a Mara como un náufrago a la deriva. La necesita, porque sin ella se hundiría.  

Al mismo tiempo, el setting o la ambientación de la obra salta desde España hasta Kenia, lugar donde nos introducen a los bangú y sus diferentes costumbres. La construcción de la tribu ficticia que habla un dialecto del swahili es tan soberbia que llegamos a conocer sus costumbres y sus nombres propios, amándolos como los individuos que son y aceptando el poder de su chamán en la tribu y de sus costumbres religiosas. Carolina, al mismo tiempo, hace un magnífico trabajo a la hora de intercalar en los diálogos frases y citas swahili, otorgándole de más realismo si cabe a la obra.

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-Muy bien, vamos allá, utulivu msihana, utulivu - el doctor le hizo un orte limpio y metió la mano.

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La mujer gritaba y decía palabras incomprensibles.

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- ¡Que no empuje! - gritó el doctor -. ¡Si kushinikiza bado!

El lenguaje presente en la obra es elegante pero no rebuscado y no se apoya en artificios para intentar engrandecer la prosa. Carolina da por sentado la cultura del propio autor, citando a las cariátides o a Rembrandt sin necesidad de introducir una aclaración sobre el pintor o sobre las propias esculturas. Esto acaba por rematar una obra con un ritmo simplemente magnífico y con una atmósfera única que nos ha acabado de hechizar.

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Unas volutas de denso humo se arremolinaron alrededor de las piernas de una de las cariátides que sujetaban el segundo piso. Fuera, el viento soplaba furioso, agitando las copas de los árboles

La forma de expresarse de la autora solamente redondea una obra corta pero extremadamente profunda en sí misma, que nos hace pensar en la inevitabilidad de la muerte y en la necesidad de explotar la vida al máximo, en el amor incondicional y en las maldiciones de los dones. Al comienzo de la película de Big Fish de Tim Burton, un grupo de niños van a ver a una bruja de la que dicen que si miras en el interior de su ojo, ves tu propia muerte. Estos acuden corriendo a ver si es verdad, condenándose a vivir cada uno con el conocimiento del momento en el que morirán. Pero para Krups, el don de saber cómo va a morir alguien cuando le tocas, es más bien una maldición que acompaña al hecho de no ser nadie, no recordar nada y no tener adónde ir.

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¿De qué le servía ese don? No lo quería, así como tampoco quería los enjambres. ¿Qué eran, visiones, recuerdos? Eran imprevisibles. Lo aterraban. Lo hacían sentir vulnerable. Como si algún ser superior estuviese jugando con él. Le recordaban que en realidad no era más que un desconocido para sí mismo.

Continuamente, la persecución de la idea de la inmortalidad, amparada en la vaga suposición de que el manuscrito de Newton permite materializar a los muertos es el promotor de las descabelladas acciones de Lawrence. No es de extrañar que fueran capaces de creerlo. Hace poco un manuscrito de este científico inglés que acuñó el la ley de la gravedad mostraba una supuesta fórmula para crear una piedra filosofal que permitiría curar todas las enfermedades y traer de vuelta a los muertos. No hemos de olvidar que, al fin y al cabo, Newton realizó todo tipo de experimentos en su momento descabellados y que dedicó muchos años de su vida al estudio de la alquimia. En este mismo blog analizamos una versión infantil de Colección Científicos de la vida de Newton, muy recomendado ;) Es por ello completamente lícito que Lawrence se aferrase a la posibilidad de que ese conocimiento existiese y hubiese sido oculto a propósito por el científico debido a sus conexiones con la iglesia y la corona.

La edición de El sueño de Newton es dispar en cuanto a su exterior y su interior. La portada, que poco o nada nos dice del libro, no es extremadamente llamativa pero el interior de sus páginas guarda una total corrección ortográfica y gramatical en todo momento. Como un extra, además, podemos encontrarnos con alguna que otra fotografía que apoya el contenido del texto pero que se muestra demasiado pequeña, desperdiciando espacio útil que había en las páginas.

Nuestra opinión de El sueño de Newton (contiene spoilers)

El sueño de Newton sabe a café recalentado, a insomnio y a la resaca que dejan las pastillas para dormir. Sabe a ese conocimiento literario que solo guardas para ti misma y que se desvanece en el interior de tu pecho en forma de burbujas de emoción. Huele a cigarrillos a los que se les echa agua por encima para apagarlos, y al sedimento a lejía que flota en el aire cuando una camarera pasa una bayeta con pocas ganas por encima de nuestra mesa.

Y ahí está exactamente la magia de El sueño de Newton, porque es capaz de transmitirte un montón de sensaciones completamente distintas al mismo tiempo. Y es que si el libro de Carolina Redondo llevase una preciosa portada impresa sobre tapas duras, nadie diría que se trata de una escritora novel.

Mara nos ha calado en el interior de nuestro cuerpo, pero no tanto como Krups. Krups, con su vacío existencial y su forma sencilla e inocente de amar, carga con una inocencia infantil que nos hace olvidar que conoció a Mara en una reunión para ex-adictos. Con su nombre de cafetera cutre y sus ridículas costumbres de no alimentarse, nos da ganas de alimentarlo y quererle, imaginándolo con un abrigo largo de lana y los ojos cansados, tristes, marrones. Ojos que nadie aprecia pero que sienten más de lo que parece.

Y eso es realmente lo fascinante de esta obra. No el hecho de que una mujer se materialice ni que haya un secreto escondido desde los tiempos de Newton, sino que todos los personajes principales se mueven por amor. Desde el villano de Lawrence hasta el viejecillo en el asilo, todos son víctimas de un amor etéreo. Un amor bien razonado, bien construido, imperfecto y creíble, en el que uno es imprescindible para el otro pero se niegan a decirse te quiero. Un amor que empieza con buscar similitudes en las películas y que continúa incluso cuando ella desaparece.

Un amor que no entiende de términos tan burdos como la carne o la propia mortalidad.

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Ni las matemáticas, ni la biología servían de nada frente a su necesidad: la necesidad de olerla, de tocarla, de oír su voz. Una angustiosa obsesión por saber dónde estaba se fue apoderando de él. La ciencia ya no era capaz de responder a sus preguntas. Cuando fue consciente de ello algo acabó de romperse en su interior, como si su cordura estuviese hecha de cristal.

No se habla de la adicción de Mara a las drogas, ni cuáles eran ni cómo realmente esto acaba afectando a su desarrollo personal. Cuando está en momentos de terrible dolor y apuro, no recuerda el placer que le proporcionaban la heroína / somníferos o lo que sea que tomase y eso que aquellos que fueron adictos una vez, siempre tienen momentos en los que vuelven a pensar ellas. Quizás este tema es el talón de Aquiles de toda la obra, ya que no podía olvidar mientras leía la chapa con los “3 meses limpia” que tanto había significado para la mujer, dándonos luego la impresión de que ese terrible suceso de su vida nunca ocurrió.

En mi caso, el misterio que Mara investiga sabiendo que es su condena de muerte no fue en ningún momento mi motivación para leer. Solo quería saber más acerca de los personajes, descubrir si Krups la encontraría, si ella estaba muerta, qué descubrió exactamente Zimmerman y, por supuesto, rezar porque en algún momento podamos hablar con la mujer con la mancha en la cara.

Pero conforme el argumento iba precipitándose hacia el final y conforme comprendí que la “materialización” de la que hablaban no era lo que Lawrence esperaba ni lo que todos querían, sí que nacieron en mí las ganas de desentrañar el misterio. De saber si la mujer con la mancha en la cara había sido alguien cercana en la vida de Leonardo da Vinci o incluso comprender cómo se daba ese fenómeno.

La explicación final de la materialización de los sentimientos personalmente me dejó un poco inestable sobre mi sofá. Había disfrutado enormemente de la obra en todo momento pero, como William, incluso después de todo lo que me habían contado, era tremendamente escéptica a lo que decían. Quizás porque para mí, que pasé 5 meses aislada bajo tierra en Alemania, la Soledad no se parece a una mujer bella con la cara manchada, sino simplemente a monstruos y demonios que buscan destruirte. Para mí, el hecho de que ella no hablase jamás a lo largo del libro, me hizo recordar que realmente la Soledad no es en absoluto el núcleo de la obra.

Es genial de cualquier forma el hecho de que la autora haya recogido anécdotas e historias reales y las haya entrelazado con su propia obra para crear un conjunto cargado de realismo en toda su proyección hasta el desenlace final. Las relaciones que hace con los dedos de Krups y la tortura a Mara, su calvicie o su pasado fueron simplemente la guinda del pastel para creernos que él era realmente producto de la materialización de los sentimientos de ella. Sin embargo se me plantean varias incógnitas ¿por qué la Esperanza precisamente es capaz de predecir la muerte de la gente? ¿Tienen todas las materializaciones dones únicos como aquel? Y en el caso de ser así ¿cuál es el de la Soledad?

Sin embargo, lo que más me dolió fue el hecho de que, después de todo el trabajo y de todo el sufrimiento por el que habían pasado, Mara simplemente decidiese dejar a Krups en el Bosque de los Orígenes sin un beso o un abrazo de despedida. ¿Por ser su Esperanza, se había desvanecido el amor? ¿No pertenecen él y ella, cada uno a su lado?

Conclusión de El sueño de Newton

El sueño de Newton me recordó a La ciudad de las Bestias de Isabel Allende o a Oirgen de Dan Brown. Es un libro simplemente redondo que, te convenza no el final, merece la pena leer solo para poder acompañar a sus personajes en este viaje de autodescubrimiento que sin lugar a dudas te costará olvidar.




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