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NOTA: 7.5

Morder la manzana es una estupenda introducción al feminismo contemporáneo

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Morder la manzana es una estupenda introducción al feminismo contemporáneo

Sobre Morder la Manzana

Morder la manzana no es una novela de ficción. No te equivoques. Es una recopilación de ideas, escenas, consignas y explicaciones sobre el feminismo contemporáneo contado por la talentosa Leticia Dolera. A través de cuarenta y seis capítulos, Leticia nos habla de cómo el feminismo sigue siendo necesario tantos años después de las primeras manifestaciones por conseguir el voto de la mujer, ilustrando estas ideas con diálogos, conversaciones y retazos de su propia vida.  

Una vida que parece tan especial y única desde fuera pero que contiene grandes similitudes con las de cualquier mujer.

Si alguna vez tuviste miedo volviendo sola de casa por la noche, si no has querido desviarte demasiado al salir a correr por si nadie oía tus gritos, si te han hecho proposiciones indecentes en el trabajo o alguien alguna vez te ha llamado “loca” porque te has quejado después de su acoso, entonces este libro te encantará.

Bienvenidx a Morder la manzana: prepárate para desafiar al canon preconstruido.

Análisis de Morder la Manzana

Si eres de los que le molesta que el feminismo abogue por la igualdad usando la raíz “fémina”, entonces este libro no es para ti. Si por el contrario te suena un poco el movimiento feminista pero no sabes muy bien cuáles son sus preceptos, sus orígenes y sus principios, entonces Morder la manzana es precisamente lo que necesitas.

Morder la manzana es una obra introductoria al feminismo en el que Leticia Dolera nos expone punto por punto los principios, orígenes y conceptos feministas que están en boga hoy en día. A través de capítulos cortos y muy ligeros, va desgranando la necesidad del feminismo todavía en el S. XXI y dónde se esconden los micromachismos de los que mucha gente no es consciente.

La novela se divide en unos cuarenta y seis capítulos, ligeros y muy cortos, que pasan por encima de diferentes conceptos feminismas y prejuicios de la sociedad, invitando a los lectores a ponerse las gafas del feminismo e identificar los pequeños micromachismos contra los que todavía tenemos que combatir. Muchos de los capítulos empiezan con frases de célebres feministas, escritoras o librepensadoras que cambiaron nuestra forma de ver el mundo.

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El opresor no sería tan fuerte si no tuviera cómplices entre sus oprimidos.

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Simone de Beauvoir

Además, Leticia Dolera ejemplifica cada una de sus ideas con situaciones reales con las que cualquiera pueda empatizar. Para ello, emplea anécdotas personales de su vida o de las de sus amigas, las cuales han pasado por lo mismo por lo que pasamos muchas mujeres en nuestro día a día: el miedo al volver sola a casa por las noches, la incomodidad cuando un hombre abusa de su posición como “profesional” para hacerte sentir incómoda o incluso el hecho de no sentirte bien contigo misma por las construcciones estéticas que te imponen sobre tu cuerpo.

Muchas de estas anécdotas levantarán un pequeño escozor en la mente del que lo lee, especialmente si es una mujer. Es posible que te sientas identificada con una, dos o varias de las situaciones con las que Leticia Dolera nos va situando en la necesidad del machismo, mientras que otras las verás lejanas e improbables. No pasa nada, porque precisamente Leticia explica que existen muchas realidades posibles en la vida de las mujeres, pero lo realmente ilustrativos es en esos puntos en común que sufrimos en los que nos creíamos completamente solas.

De esta forma, Morder la manzana te anima a que reflexiones sobre tu propia vida en diferentes ámbitos: el laboral, el familiar, incluso el amoroso o el sexual. Leticia no se deja nada en el tintero y hasta trata las relaciones de poder dentro de la cama, donde todo parece que gira alrededor de la figura del falo, convirtiendo cualquier escena de sexo cinematográfica en una especie de adoración falocentrista que deja a la mujer en un segundo plano.

También hace un repaso por los diferentes términos que tan de moda parece que están dentro del discurso feminista y que muchos no conocen o usan de forma incorrecta, como el andropocentrismo y la forma de verlo todo alrededor del hombre; la sororidad o el entendimiento especial que hay entre mujeres y que rompe con los mitos de “las mujeres nos llevamos mal entre nosotras”; o incluso el tema de qué es la cultura heteropatriarcal.

La obra está llena de cifras reales, estadísticas sacadas de fuentes que puedes consultar y modernas innovaciones del lenguaje que lo hacen muy accesible a cualquier público. En ciertos puntos, Leticia Dolera rompe con la “cuarta pared” y se dirige directamente al lector, animándole a que entre en su Instagram y que hagan un pacto tácito. Además, desmonta diferentes mitos que todos tenemos interiorizados sin saberlo. Por ejemplo, el mito y la presión de la mejor amiga, el hecho de que los celos no son más que manifestaciones de inseguridad que nada tienen que ver con el amor, la mentira del hecho de encontrar tu media naranja y otros muchos otros con los que no tienes por qué comulgar, pero que ella razona perfectamente.

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El 25 por ciento de las adolescentes entrevistadas para el estudio aseguran que sus novios las controlan, les leen los wasaps, tienen sus contraseñas de redes sociales y les controlan la vestimenta. Ellas lo naturalizan y lo perciben como un gesto de amor; ellos, como un derecho de amor.

Seguramente has contemplado una de esas fotografías de mujeres espectaculares con poca ropa tan seguras de sí mismas en una revista ¿verdad? Sin embargo, es posible que algunas de ellas no se sientan tan empoderadas como parece. Leticia Dolera, que sin duda es preciosa, nos cuenta cómo fue su experiencia personal cuando le sacaron por primera vez fotografías “sexys” para una popular revista masculina y lo que significa depender de tu cuerpo para poder ser aceptada como actriz.

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Estoy empezando a leer sobre feminismo y eso aporta algo de luz a mis dudas. Empiezo a comprender que esa relación contradictoria con mi propio cuerpo y mi erotismo es consecuencia de la cultura patriarcal, que nos clasifica como putas o monjas. Que nos dice «sedúceme y sé atractiva, no vayas a ir de monja; pero no te pases o serás una puta y una zorra ».

También realiza un paso por el feminismo histórico en diferentes países, hablando del papel de la mujer en la II República, en la Guerra Civil y más tarde, con la dictadura de Franco, incluyendo incluso la Guía de la buena mujer que se repartía en aquella época, así como datos y nombres propios de las mujeres que lograron cambiar la imagen de la mujer a lo largo de los años.

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En España, hasta 1978 existía el delito de adulterio. Podías ir a la cárcel por adúltera (que no por adúltero) y te podían caer entre ¡seis meses y seis años de prisión! El artículo 449 del Código Penal decía: «el adulterio será castigado con la ena de prisión menor. Cometen adulterio la mujer casa que yace con varón que no sea su marido y el que yace con ella, sabiendo que es casada». Y se completaba con «el marido podrá en cualquier tiempo remitir la pena impuesta a su consorte», O sea, que el marido decidía si ibas a la cárcel o no.

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FLI-PA.

Todo esto aderezado con un lenguaje moderno y directo donde abundan los tacos, las expresiones coloquiales y con una forma de expresarte que usarías para comunicarte con cualquier amiga, haciendo el libro mucho más cercano a cualquiera que quiera leerlo.

Nuestra opinión sobre Morder la manzana

No pretendas terminarte Morder la manzana en una tarde. No pretendas meterte un atracón con las anécdotas, historias y explicaciones que tan fantásticamente sintetiza Leticia Dolera. No lo hagas, porque está claro que entonces no serás capaz de procesarlo e interiorizarlo tanto como deberías.

Morder la manzana no busca convertirse en un manual de estilo feminista, ni es un tratado radical y agresivo sobre conceptos y conductas. No ridiculiza a las mujeres que no siguen sus ideas ni ilustra sus conceptos de forma despectiva y peyorativa. Y eso es precisamente lo que hace que este sea un libro tan fácil de abordar.

A diferencia de otros tratados feministas y a pesar de que Leticia Dolera se autodefine a sí misma como una feminista radical, en ningún momento me he sentido violentada o incluso atacada a pesar de que hay ciertas ideologías que ella expone y que yo no comparto. Pero no pasa nada, porque nos encontramos frente a un libro que defiende que una mujer es libre para vestirse como le dé la real gana, y esto abarca desde vestidos de cuello vuelto hasta tops y faldas cortas que no dejen nada la imaginación. Leticia explica magníficamente la diferencia entre no depilarte por voluntad o depilarte las piernas y seguir siendo perfectamente feminista. En cada capítulo se muestra uno de los principios con los que más comulgo del feminismo y que a menudo se pierde en debates estúpidos que es la libertad de una mujer para vestirse, depilarse o hacer con su cuerpo lo que le dé la real gana sin ser juzgada por ello.

Esto me trae recuerdos. Horribles recuerdos. Y como Leticia abre su alma y su pasado compartiendo con nosotros trozos realmente duros de su infancia, yo voy a hacer lo mismo. Un día, tomando una cerveza con los compañeros de mi pareja, una chica hizo un chiste de bastante mal gusto.

- Vino hoy Zorraida vestida de una forma que…

Me quedé perpleja, con cara de no podérmelo creer.

- ¿Perdona? ¿Zorraida?

- Es que se apellida Soraida - me explicó su compañero - pero la llamamos Zorraida porque viene vestida de una forma… - soltó una risita de complicidad - Que es que eso no es una falda, es un cinturón.

Me quedé absolutamente estupefacta. Les dije que me parecía muy machista poner ese tipo de motes, y que entre mujeres no deberíamos atacarnos así. Ellos apelaron, violentamente, que no era “formas de ir vestida al trabajo”.

- Pero a ver… ¿esa chica trabaja de cara al público?

- No.

- ¿Incumple el código de vestimenta de la oficina?

- No.

- ¿Y trabaja menos rápido programando por el hecho de llevar una falda corta?

- No, pero hay que saber estar.

La conversación llegó hasta punto que salieron a colación insultos, gritos y otras palabras feas en las que un grupo de tres personas prácticamente se me echaron encima porque ¡ no compartían su opinión de que una mujer es libre de vestir como le dé la gana en el trabajo siempre y cuando no incumpla el código de vestimenta o no afecte a su rendimiento laboral. Y ese “saber estar” tan restrictivo y parte del patriarcado salía de la boca de dos personas que se autodenominaban “feministas” y que tanto he visto que comparte la gente por ahí.

Huelga decir que no volvimos a quedar. Me tomaron por una loca “feminazi” del montón.

Si se hubiera repetido la situación hoy en día, habría tenido otros argumentos más fuertes con los que debatir con ellos. Argumentos que no cambian mi forma de ver las cosas, pero que quizás ayudan a abrir un poco de espacio a las ideas feministas y que he aprendido con Morder la manzana.

Es cierto que algunos de los capítulos o apartados se me quedaron cortos o extremadamente condensados para ser un libro introductorio, como aquel en el que Leticia Dolera habla de la relación entre género y sexo o el de la historia del feminismo. Después de leer el cómic de Sufragista, la visión del feminismo radical en su vertiente histórica de Morder la manzana me pareció extremadamente idealista, pero de nuevo, esto carece de importancia en un libro que da margen a la libre expresión y opinión del que lo lee.

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No estoy diciendo que esté mejor o peor hacer una cosa y otra, esto no es un juicio; pretendo compartir la reflexión de cómo, una vez más, nuestro cuerpo y nuestra sexualidad son un extra con el que lidiar, algo más que gestionar. Como dice Silvia Federici, «el cuerpo de las mujeres es la última frontera del capitalismo» .

Las anécdotas e historias que comparte Leticia Dolera son fascinantes, muy bien contadas y llenas de interés y de significado. Varias de ellas, como comento en el análisis, me levantaron un poco la piel. Me hicieron recordar aquella vez, en el ensayo de una obra de teatro en Alemania, en el que tenía que escenificar una escena de amor. El director de la obra me pidió que me dejase tirar al suelo e impotente, incómoda y molesta, observé cómo mi supuesta pareja se me tiraba encima y empezaba a frotarme de forma innecesaria.

Y honestamente creo que todas ellas serán capaz de ponerle voz a situaciones que todas hemos vivido y que sabíamos que nos hacían sentir mal, pero que tratábamos de normalizar de todas las formas habidas y por haber. En ese sentido Leticia Dolera nos anima a hacer una reflexión, a unirnos a la causa y luchar, a dejar de pensar en que nosotras tenemos parte de la culpa del acoso callejero, el maltrato o las situaciones de opresión que vivimos en nuestro día a día. Y lo hace de una forma divertida pero contundente, única y realmente muy especial.

Morder la manzana puede que solo sea un libro introductorio, pero es lo que mucha gente necesita. Y yo, sin pensarlo demasiado, lo recomendaría enormemente.

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