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Esmera: un cómic que ensalza el libertinaje sexual con un estilo artístico maravilloso

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Esmera: un cómic que ensalza el libertinaje sexual con un estilo artístico maravilloso

¿Cuál es la diferencia entre un orgasmo masculino y uno femenino? ¿Cuál de los dos es más intenso y más jugoso? Y… ¿es lícito que una mujer sea igual de promiscua que un hombre con un apetito insaciable? Esmera cree que sí y tiene la suerte de contar con un increíble don que le permite cambiar de sexo cada vez que se corre.

Argumento de Esmera, de Zep Vince

sus padres. Sin embargo, una vez al mes tienen permiso para salir a la calle, y es ese el momento en el que Rachel aprovecha para retozar con su novio. Cuando lo invita una noche al dormitorio que comparte con Esmera para perder la virginidad, Esmera es testigo de todo lo que ocurre, sintiendo cómo se despierta en ella un poderoso apetito voraz por el sexo.

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Esmera es un canto al libertinaje sexual

La promiscuidad femenina todavía sigue siendo un asunto de debate hoy en día. Cualquier hombre que se acueste con muchas mujeres es visto como un “conquistador”, un “héroe” o un “don juán”. El hecho de que las obras clásicas de cine y literatura le otorguen esta característica siempre al gracioso de turno no ayuda a moderar esto. 

El hecho de que un hombre sea un libertino no sería un problema si, a la hora de cambiarle el género, la mujer promiscua rápidamente se convierta en una “zorra”, “irresponsable”, “ligera de cascos” o, como poco, en una “puta” para sus congéneres.

Precisamente por eso Esmera es tan maravilloso y fascinante, porque emplea el sexo como un lenguaje libertador en el que no caben barreras: ni de género ni religiosas; donde en la primera página un sacerdote católico le practica un cunnilíngulis a una mujer por la calle que se le insinúa y donde cualquier persona, sea cual sea su nacionalidad, puede disfrutar sexualmente sin necesidad de poner por medio presentaciones, largas conversaciones o discusiones de dialéctica.

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Esmera, la protagonista, tiene el don que le permite cambiar de género cada vez que se corre, pero esto le impedirá mantener relaciones de amistad o amorosas estables. Su maravillosa metamorfosis le permite no solo experimentar el placer como hombre y como mujer, sino también las propias relaciones con sus compañeros desde otras ópticas. Así, aprovecha su identidad como Marcelo para pasar las noches de fiesta con sus propios compañeros, descubriendo el placer como hombre y luego empleando este conocimiento para complacer a sus propios amantes.

Hetero, homosexual, libidinosa y vicioso

Y es que si algo nos enseña Esmera es la necesidad de plantearse el sexo como un intercambio de placer, donde los límites preconcebidos por los canones impuestos por la sociedad no tienen cabida. En los únicos momentos en los que Esmera es capaz de sentirse completamente liberada para poder disfrutar del placer es con completos desconocidos en situaciones donde ellos no tienen el control: en una orgía o con un cantante hasta las cejas de LSD, se permite gozar como mujer y continuar a partir de su primer orgasmo para practicar sexo anal con el otro hombre sin tapujos. 

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Es en las relaciones amorosas, en las que el placer está enormemente racionalizado y donde la gente se impone espectros limitados y etiquetas (heterosexual, homosexual…) en las que la condición de Esmera se convierte en una maldición más que una bendición. Sus novios, amigos o parejas, en vez de ser tolerantes y darle más importancia y prioridad a sus sentimientos, acaban abandonando a Esmera o Marcelo por ser incapaces de verse a sí mismos bajo una etiqueta estigmatizada en una sociedad intrascendente.

Eventualmente, aunque la propia Esmera llegue a encontrar una pareja que sea capaz de entenderla, esta está hecha por y para el amor libre y, como Afrodita o las musas de las leyendas griegas, sabotea su propia relación debido a su necesidad por sentir el amor libre.

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En un mundo donde el sexo es pecado, donde el VIH se despliega como una pandemia, donde el movimiento hippie y el amor libre se esparcen como la espuma (primero muy rápido, luego desapareciendo en la nada), Esmera es un canto al sexo como algo independiente del amor, como una forma de celebración de nuestro propio cuerpo y como una invitación a explorar nuestros límites. Pero, ojo cuidado porque esta obra claramente artística y hedonista en ningún momento habla de las enfermedades de transmisión sexual más que para citarla en un bocadillo, no se ve a Marcelo ni a ninguno de sus amantes ponerse un preservativo en toda la obra y no ha de tratarse más que como una forma idílica, casi como un poema ilustrado, del sexo y el amor libre.

En este relato pasaremos por la transformación de Esmera como mujer a lo largo de las diferentes etapas de cambio en la sociedad: desde la joven católica que teme no ser suficiente por ser virgen, hasta la joven estudiante universitaria que empieza a liberarse gracias a las ideas reaccionarias y de izquierda y que descubre que, dentro de su grupo político que tanto se llena la boca hablando de libertad y tolerancia, existe poco de ambas cosas.

"

Miro el mundo de hoy que va en busca de su revolución. Echo la vista atrás. Los hombres vuelven a temer el goce femenino. Quieren reducirlas a su placer personal. Pueden llamarte puta por llevar minifalda.

Sobre el estilo artístico de Esmera

Desde la portada hasta el interior de las magníficas páginas en su formato en A4 es impresionante. Esmera no habría tenido tanto impacto si se hubiera publicado en una cómoda obra de tapa blanda en A5, pero por suerte en Norma Editorial supieron dar con el tamaño perfecto.

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Zep Vince demuestra su auténtico dominio del dibujo y de la anatomía femenina y masculina a través de cada viñeta. Y es que Esmera no mantiene un estricto estilo de reparto de las viñetas: la mayor parte de las páginas está dividida en tres filas con viñetas verticales, nunca demasiado pequeñas como para que no puedas disfrutar de escenarios cargados de detalles, cuerpos que se contorsionan, primeros planos de vaginas y falos erectos que apuntan al cielo y una mansalva de orgasmos tanto masculinos como femeninos que completan cada plano. 

El autor se toma su tiempo para cada viñeta, dibujando rostros de personajes secundarios y diferentes morfologías y cuerpos que abarcan un espectro amplio y maravilloso. A veces une seis para mostrarnos un nuevo espacio en el que Esmera o Marcelo se mueven, mientras que otras las vacía de contenido de manera que la narración en primera persona calen mejor.

Hace falta un increíble dominio de técnica y de dibujo para crear una obra tan bien compuesta, tan agradable a los ojos y que se presta enormemente a una relectura. Y, en el fondo, esa es la función final de este cómic: servir como obra de contemplación, de liberación y de placer visual sin tapujos ni limitaciones.

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