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El imperio final, opinión de la primera parte de Nacidos de la bruma

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - El imperio final, opinión de la primera parte de Nacidos de la bruma

El imperio final es la primera entrega de la gran saga de Brandon Sanderson: Nacidos de la bruma o Mistborn, una serie de fantasía en la que un grupo optimista y alguno irreflexivo planean la forma de derrocar al Lord Legislador: un hombre del que se rumorea que es en realidad un dios. 

Argumento de El imperio final 

Vin es una joven ladrona con un secreto que no ha compartido con nadie. Como skaa que es, su posición en la sociedad es realmente lamentable. Todos los que son como ella están subyugados por el poder de la nobleza, los obligadores y los inquisidores: los tres grandes grupos privilegiados que trabajan directamente para el Lord Legislador. 

Muchos skaa mueren por las palizas de sus capataces en fábricas y plantaciones. Pero no Vin. Ella, desde que se marchó su hermano Reen, trabaja para la banda de ladrones de Camon. Su vida es completamente miserable hasta que un día, por culpa de un error de cálculo, expone sus poderes delante de un inquisidor. 

Con su vida y la de toda su banda en peligro, Vin se verá arrastrada a colaborar con el poco ortodoxo grupo de un hombre llamado Kelsier: un joven idealista cuyo único propósito es derrocar al Lord Legislador y vengar a su mujer muerta. 

Brumoso, pero sabroso 

Nacidos de la bruma no es la primera obra que nos llega de Sanderson a nuestras filas, pero sin lugar a dudas sí se trata de una de las más famosas. Su primera parte, El imperio final, sirve para situarnos en un mundo con unas reglas muy particulares y una ambientación sin lugar a dudas colosal que ha conseguido ensalzar el nombre de Sanderson como uno de los máximos referentes de la fantasía contemporánea.  

El imperio final es un libro completamente asentado dentro de las bases de la fantasía juvenil más prototípica y escrito a varias voces para permitirnos ir saltando de un punto a otro de la acción con relativa facilidad. Sus virtudes son muchas, pero también lo son sus defectos. Primero dejadme que os introduzca en lo mejor que ha creado Sanderson en este universo: la alomancia. 

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El Imperio Final, el territorio en el que viven los protagonistas, es un universo postapocalíptico en el que el mundo ha cambiado hace tanto tiempo, que nadie recuerda su aspecto original. En lugar de los valles con flores y el cielo azul, en este universo planteado por Sanderson el cielo es una brillante esfera roja que hace llover ceniza continuamente sobre la tierra. Por las noches, una silenciosa y extraña bruma sale del interior de la tierra y cubre toda la tierra.  

Ahora, estos cambios en el mundo que pueden parecer más accesorios, superfluos o estéticos realmente influyen no solo en el mundo creado por Sanderson, sino también en la economía, la sociedad, las creencias y religiones de los personajes e incluso su alimentación. La falta de un sol normal provoca que las plantas y los árboles provocan que toda la vegetación sea gris, que las calles estén llenas de hollín y que Luthadel, la capital, tenga instaurado un complejo sistema de limpieza para mantener el tránsito aceptable a base de mano de obra esclava. 

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Vin de El imperio Final por Merdet

Y es que El Imperio Final es un reino gobernado por un tirano que ha creado una religión alrededor de su figura inmortal y donde todo gira alrededor de las repercusiones de una guerra que ocurrió hace mil años. Debido precisamente a ello, el Lord Legislador divide el mundo entre los skaas: el pueblo llano esclavizado y completamente prescindible; y los nobles, a los que controla con sus obligadores. Rápidamente se hace una clara división de clases en la que los skaas no son más que víctimas de un sistema injusto y los nobles seres despreciables y superficiales que permiten y ejercen todo tipo de crueldad contra los que consideran inferiores a ellos. 

Sanderson planea con cuidado y detalle todos los aspectos de su mundo: desde el tipo de alimentación al que tendría acceso un skaa de ciudad en contraposición con un skaa de plantación (y los afamados rollitos de col que tanto detesta Kelsier), hasta el sistema económico de la capital, la forma con la que negocian los nobles y las supersticiones de las clases populares. Su magia está en la forma con la que retrata sociedades y sistemas con tanta eficacia que acabas introduciéndote de cabeza dentro de un mundo tan convincente como el tuyo propio. 

El segundo gran elemento es la magia que introduce: la alomancia. Cualquier lector de fantasía estará cansado de varitas de magos, hechizos en libros arcanos, pactos al diablo y dragones sobrevolando los castillos. La fantasía, al igual que la ciencia ficción, requieren de ideas frescas y novedosas y sobre todo, de limitaciones y explicaciones de por qué los personajes principales cuentan o no con esos poderes. 

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Kelsier luchando contra los Inquisidores de Acero. Portada alternativa por Ray Miller

En el caso de El Imperio Final, la alomancia es un tipo de talento que permite a los que lo poseen (que teóricamente son los hijos de los nobles, a no ser que haya mestizaje de por medio), “quemar” y procesar metales que traguen previamente y obtener la posibilidad de amplificar sus sentidos, tirar de los metales hacia ellos o empujar. En lugar de volverlo una coreografía sacada de una película cutre de Hollywood con espadas flotando, Sanderson genera alrededor de la alomancia una ciencia donde los personajes vuelan por los aires, se enfrentan en épicas batallas y combates y viajan a gran velocidad. La comprensión de la alomancia en sí misma es tal y está tan extendidas sus explicaciones, que como lector a menudo te descubres pensando estrategias y tácticas con los protagonistas y comprendiendo las diferencias de fuerzas que hay entre unos y otros. 

Como la alomancia forma parte intrínseca del mundo de El imperio final, evidentemente Sanderson genera vocabulario y términos únicos para los que dominan cada una de las habilidades y para los que tienen el poder de controlarlas todas. De esa manera, términos como “brumoso”, “ojo de estaño”, “violento” o “aplacador” se incorporan a nuestro lenguaje y forman parte de los propios lectores así como de los protagonistas de la obra. 

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Un Obligador del Ministerio. Fanart de Heartoflines

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Vin. Autora desconocida.

Un shonen novelado con personajes bastante planitos 

Citadas ya las buenas cualidades de El imperio final, dejadme que os hable un poco de lo que no me ha gustado: los personajes. Este libro de Sanderson es inevitablemente condescendiente al más puro estilo de los anime shônen. Las escenas de acción son espectaculares y está claro que los combates son tan visuales, apasionantes y están tan bien escritos que te cuesta mucho soltar el libro en mitad de un conflicto. 

Pero luego nos encontramos con los personajes, los cuales son planos hasta decir basta. Desde la propia Vin, la joven maltratada con problemas de confianza que se supone que evoluciona dentro de un entorno de compañerismo y amor como es el grupo de Kelsier; hasta el propio líder de la banda, todos son tan predecibles que cuesta digerirlos sin un buen vaso de agua al lado. 

Kelsier es el prototipo de héroe guapo, carismático y optimista al que se le intenta colgar sin éxito continuamente el san benito de que sus motivos son en realidad egoístas cuando a él mismo se le ve más bueno que el pan. El gran defecto de Kelsier será su odio sistemático a los nobles, a los que no podemos olvidar que perteneció en parte a lo largo de su juventud. Sin necesidad de entrar en spoilers, solamente tendréis que saber que el gran conflicto ideológico entre los personajes se desbarata con cuatro frases sinceras lanzadas de corazón al más puro estilo del anime juvenil. 

El resto del grupo del propio Kelsier están poco y mal trabajados. Parece que a Ham, Brisa, Dock, Marsh y al resto se les ha impreso una característica específica y definitoria que repiten hasta la saciedad como gesto definitorio de su personalidad (Ham y sus preguntas filosóficas sin respuesta, Brisa y su manía de pedirle a la gente que le acerque el vino, etc.). En conjunto, su presencia es muy poco interesante ya que no suelen expresar ideas diferentes entre ellos y sus registros, menos el de Brisa, suelen ser exactamente iguales. 

Esto, sin embargo, no ocurre alrededor de la figura del Lord Legislador, al cual se le dota de un misticismo casi reverencial, rodeado siempre por el misterio de su divinidad. Esto, acompañado por los breves párrafos que anteceden todos los capítulos donde se nos da la perspectiva de su pasado como mortal son una de las claves que añaden interés al Imperio final. 

Mi opinión sobre El imperio final

El imperio final es un libro algo complicado. Por un lado nos encontramos con una novela que la mayor parte de la gente vende como si fuera fantasía adulta y que bajo los ojos de alguien acostumbrado a leer fantasía más madura puede resultar frustrante y a veces hasta predecible. Como ya hemos comentado, los personajes son muy predecibles, los diálogos de la banda son extremadamente planos y prototípicos y es fácil adelantarse a los acontecimientos y las respuestas. Además, la obra es extremadamente condescendiente con el mundo. A pesar de plantear un sistema de una profunda desigualdad, no se centra en escenas de gente muriendo de hambre ni suele mostrarnos el horror de la opresión de los skaa más que forma superficial. 

Un ejemplo lo tenemos con el asesinato de una banda de ladrones en manos de los inquisidores, la muerte de un niño que pide limosna en una cena de nobles o el momento de las ejecuciones. Todas ellas se describen por encima, sin detenerse en la crueldad del momento ni en el horror de los vencidos.  

Los nobles guapos son buenos; las que son desagradables en las fiestas son las malas. No hay claroscuros en personajes que son mayoritariamente buenos o malos y donde continuamente se nos habla del poder de la amistad, el amor y el idealismo. El final, con la presencia de Elend, es un clarísimo ejemplo de lo inocente que puede llegar a ser el final planteado por Sanderson y que sin duda entrará muy bien en un público más juvenil, pero no uno más experimentado. 

Dicho esto, El imperio final sí que cuenta con un universo muy bien logrado, con un sistema económico y político pensado hasta el detalle y con consecuencias al mundo degenerado y apocalíptico que ha planteado. El sistema de magia, así como la creación de diferentes y misteriosas razas con sus propias habilidades es lo más fascinante de esta obra, hasta el punto de pasar por encima de los clichés, las escenas cargadas de tópicos y las batallas movidas por el corazón de una persona pura, para seguir descubriendo qué más se esconde entre las brumas de este universo. 

Quién sabe. Está claro que nos queda mucho que descubrir de la Profundidad y del Lord Legislador. Y puede que en la siguiente parte veamos a personajes más convincentes como Sazed. 

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