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NOTA: 7.2

El cielo de piedra, opinión del final de la trilogía de la Tierra Fragmentada

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - El cielo de piedra, opinión del final de la trilogía de la Tierra Fragmentada

El cielo de piedra es la culminación de la Trilogía de la Tierra Fragmentada: una serie de libros ganadores del premio Hugo a mejor novela durante tres años consecutivos y que nos introducen en un mundo postapocalíptico.

Es absolutamente necesario haber leído previamente La Quinta Estación y El portal de los obeliscos para poder enfrentarse a El cielo de piedra, y para poder leer esta #momokoreseña. Si ya lo has hecho, herrumbroso humano, sigue adelante.

Argumento de El cielo de piedra

Después de que Essun haya abierto el portal de los obeliscos para defender a Castrima de la invasión de Rennanis, el mundo de los orograta se pone en jaque. Ykka tendrá que guiar a miles de almas, con una inmensa escasez de alimentos, a través de un infierno inundado en muerte y ceniza hasta llegar a Rennanis; Lerna y Tonkee tratan de hacerse con un sitio y Essun está completamente en coma, dejando que la arrastren en una camilla durante kilómetros de penurias.

Mientras tanto, al otro lado del mundo, Nassun tiene que huir con Shaffa después de haber asesinado a su padre. Un desierto yermo y sombrío sin vida se extiende frente a ellos y ahora ambas mujeres tendrán que decidir qué hacer con el poder del portal de los obeliscos. Si devolverle al mundo una última oportunidad, o acabar con el herrumbroso futuro de una humanidad que no se merece prosperar.

Tácitos, orogratas e inmundos oxidados

El cielo de piedra es la culminación de la trilogía con la que N.K. Jemisin nos ha mostrado un mundo dividido en dos: los poderosos y los semihumanos, los “normales” y los orogratas. Desde la primera parte, ha sentado precedente mostrándonos cómo el Litoacervo, la religión imperante en la Quietud y la sociedad en general han vivido bajo la certeza y el terrible miedo que sienten por los orogratas y su desmedido poder. Como ellos son tan increíblemente poderosos y como en sus manos descansa el destino de la humanidad, la única forma que encuentran para vivir bajo la tranquilidad del control es deshumanizarlos, convertirlos en una herramienta más.

TODO

En la primera novela podemos ver el intento de los orogratas de pasar por seres normales y cómo todo ello se despedaza a la mínima de cambio, demostrándonos que no podemos confiar ni siquiera en nuestra familia o seres queridos. Este primer libro habla de cómo podemos decidir que queremos enfrentarnos a la discriminación por razas simplemente asumiendo que somos inferiores a los otros humanos y que por tanto merecemos ser tratados como ciudadanos de segunda categoría. Procediendo Jemisin de un estado del centro de Norteamerica, es fácil realizar la misma lectura con la discriminación a las personas de color en este país.

En esta primera novela, Damaya se esfuerza por contentar a sus maestros; Sienita por cumplir su deber y quedarse embarazada para el Fulcro y Essun por pasar desapercibida frente a los táticos. En una palabra: se subyuga voluntariamente y cede el control porque es la única forma que tiene a escapar del dolor de ser discriminada.

El segundo libro habla de recuperar la voz de los orogenes. Habla de Castrima, de cómo Ykka reclama el calificativo orograta como una forma de poder de llamarse a sí misma, de cómo Alabastro toma las decisiones que toma y por qué las toma y de reencontrarse con tu propia identidad en mitad de la pérdida completa de orden y control por parte de los que te dominan.

Y este tercer libro, habla exactamente de las decisiones que puedes tomar a la hora de enfrentarte a un mundo que jamás te aceptará, que está cargado de dolor y sufrimiento y que al mismo tiempo respira y adolece rencor y rabia. En ese punto, solo tenemos dos opciones: terminar con todo ejerciendo la violencia o demostrar que son útiles frente al resto de los tácitos. Y esta es sin duda la historia de muchas razas, de muchos discriminados, de los raros del patio a los que todos pegan y que reclaman un día su poder rompiéndole la nariz al bully del turno o prendiéndole fuego inexplicablemente a una mesa ante la sorprendida mirada del tácito de turno. Después de golpear hasta la extenuación a la bestia ¿por qué se sorprenden cuando un día se vuelve y muerde? Y esta novela, el final de esta conclusión, encarna cuál de las dos decisiones tomar. Cuál, cuando está en juego el futuro de toda la Quietud.

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Algunos aceptan su destino. Se tragan el orgullo, olvidan la auténtica verdad y se dejan llevar por la falsedad, porque dan por hecho que no deben de tener mucho valor. A fihn de cuenta, si una sociedad al completo se ha dedicado a subyugarlos, está claro que es porque lo merecen ¿no? E incluso si no es así, es demasiado doloroso, demasiado imposible. Al menos, así encuentran la paz, más o menos. Y esta no dura mucho.

Cerrando hilos argumentales

N.K. Jemisin ha sabido sentar las piezas de una guerra en la que los bandos no estaban claros y en la que cualquier outsider podía sentirse identificado con los poderosos y menospreciados orogenes. Y ella, lo hace por todo lo grande. El prólogo nos introduce en la cabeza de Hoa, en el que navegaremos a lo largo de la novela para conocer el pasado de Syl Anagyst, confesándonos un hecho simplemente magnífico que juega de nuevo con los claroscuros de los personajes. Porque en esta trilogía, como en todos los buenos libros, la ética y la moral está llena de matices. Essun adora a sus hijos pero es una madre cruel y estricta; Shaffa les rompe la mano y los ama más de lo que debería y Hoa, Houwha, o el pequeño comepiedras, es realmente difuso en cuanto a sus verdaderas intenciones.

Porque uno no sabe si realmente creerle cuando en El portal de los obeliscos afirmaba que en el futuro tendría que traicionar a Essun, porque no sabes muy bien qué creer de ese niño que parecía moverse solamente por amor. ¿Es del bando de Padre Tierra? ¿O acaso quiere devolver la luna a su sitio? Jemisin da un golpe en la mesa en su prólogo cuando este afirma, al final del mismo, que es el mismo Hoa el que desvió la luna de su órbita.

Oh, aciaga tierra… ¿he soltado un spoiler? ¿Acaso es spoiler hablar del prólogo? Herrumbrosos lectores…

La verdad es que el libro juega continuamente con el misterio de no saber a qué bando pertenece cada una de las fichas que sitúa. Shaffa afirma amar a Nassun, pero en cualquier momento puede volverse loco y matarla; Acero le pidió a Nassun que devolviese la luna, pero luego parece querer destruirla… Desde los propios comepiedras, que son realmente difíciles de leer, hasta los humanos que les rodean. Solo que de pronto, a la mitad de esta novela, todos ellos se simplifican y llegan a realizar declaraciones muy directas acerca de qué quieren, qué es lo que buscan y adónde pretenden llegar. Esto es sin duda una estrategia de Jemisin con la que intenta no dejar ningún nudo suelto en la trama, tratando de cerrar todos los agujeros posibles.

Cuando no es necesario explicarlo todo - a partir de aquí hay aciagos spoilers

Si de algo trata El cielo de piedra es del pasado. A lo largo de los primeros capítulos, especialmente por parte de Essun, parece que los sucesos son solamente una excusa o un puente para contar lo verdaderamente importante, la chicha y el misterio: el pasado de Hoa en Syl Anagyst, e incluso ese apartado es realmente confuso. A pesar de todas las descripciones pormenorizadas de la geomestría y de su tecnología, expresa conceptos de una forma tan rápida y deshumanizada, que cuesta empatizar con el mundo que ella crea.

"

Solo te diré que esos vehículos flotan unos pocos centímetros sobre el suelo. No hay animales que tiren de ellos. Tampoco los alimentan ni el vapor ni ningún tipo de combustible. Si algo, ya sea una mascota o un niño, pasa por debajo, deja de existir por un instante y luego aparece al otro lado sin haber reducido la velocidad, ni consciente de los ocurrido. Nadie considera que aquello se pareciese a la muerte.

En este momento del prólogo cuando Hoa habla del transporte y menciona la muerte, está hablando de una de las intrigas más grandes a la hora de plantearse la teletransportación desde una perspectiva científica frente a una visión religiosa: si se desamblara por completo todos nuestros átomos y luego se ensamblasen de la misma manera ¿qué garantías tenemos de que seremos la misma persona al otro lado? Y sobre todo… ¿esto no probaría la ausencia del alma?  

Este tipo de presunciones sobre el conocimiento de los lectores se dan con frecuencia a la hora de hablar de Syl Anagyst y está claro que Jemisin realiza un auténtico esfuerzo por dejar explicado el por qué de la sociedad contemporánea. Por qué se odia a los orogratas como una inercia de racismo del conquistador más que por un miedo que brota de las entrañas. Se esfuerza en narrarnos el nacimiento y el origen de los orogenes y de los comepiedras y cuándo y cómo se dieron los casos de la desviación de la luna. Y, honestamente, a mí la mitad de ello me sobraba.

Prefería el cuento del litoacervo de cómo un orogén, cargado de rabia y venganza como hizo en su día Alabastro sobre Yumenes, decidió condenar a la humanidad y desplazar la luna. Prefería seguir leyendo sobre los Antiguos sin verlos de cerca ni entrometerme en la complicada relación entre hermanos o simplemente creer que la obsesión de Hoa por Essun era porque en el fondo seguía siendo un niño: un niño orgulloso, solitario y muy comepiedras que la ansía como a la madre que no tuvo. Honestamente, en mi humilde opinión, Kelenli sobraba por completo en la novela.

La pasión del terremoto que viví con La quinta estación y con El portal de los obeliscos no es igual cuando se explica. ¿Acaso el amor no pierde la gracia si lo cuantificas en porcentaje de hormonas? Aciaga tierra… esto es lo que has hecho por recuperar a la maldita luna.

Aciaga tierra y ecológico bramido

N.K. Jemisin nos tiene una nueva sorpresa reservada para aquellos que hemos sudado, gemido y seguido por la saga con el polvo de sus caminos en nuestras frentes. Cuando Nassun se lleva consigo a Shaffa al interior del centro de la tierra con la esperanza de llegar a Nucleobase, esta llega a ver a Padre Tierra y todo lo que significa y por qué está este en realidad tan enfadado con los humanos.

Desde la aparición de la plata o magia en El portal de los obeliscos ya nos íbamos oliendo el hecho de que Jemisin se hubiese inspirado en la ideas sintoístas e hinduístas del universo formado por un inmenso río al que van a parar todas las almas y que se conforma de la energía espiritual de cada cosa. La “plata” fluye por todas partes, pero con especial fuerza sobre las plantas, los animales y, especialmente, sobre los orogenes y los guardianes.  

Cada personaje se aproxima a la plata de una manera completamente diferente. Para Alabastro y Essun, que se formaron con las limitaciones mentales y filosóficas del Fulcro, la plata no es otra cosa más que magia capaz de destruirles y aniquilarles con muy poco. Nassun, precisamente por la inocencia y la falta de presunciones con las que se aproxima a esta nueva fuente de poder, es capaz de jugar con ella, volverla maleable y emplearla a su merced sin sufrir realmente las consecuencias. Exactamente igual que lo que ocurre con un adulto que se convierte a una religión y nota las obstrucciones mentales de su propia lógica chocar contra los principios que debe adquirir y la facilidad con la que un niño cree aquello que siente.

Me gustaría irme por las ramas en este sentido. Me gustaría hablaros de por qué esta concepción del universo como un río dador de vida ya la hemos visto muchas veces y cómo en mi opinión Padre Tierra no es más que la forma masculinizada de Karanodakasai Vishnú (el vishnú hindú acostado sobre el oceáno que conforma todo el universo espiritual y del cuerpo del que emanan todos los universos y poderes), pero lo que realmente me sorprendió de esta transformación del Padre Tierra fue el mensaje tan ecológico que esconde.

Padre Tierra se venga porque los humanos estamos empleando la energía espiritual que posee la tierra para volvernos “semidioses”, exactamente igual que está pasando ahora con la Tierra y la avaricia de las grandes corporaciones. El #Tenyearchallenge ha dado pie a que múltiples grupos ecologistas se pronuncien: estamos sufriendo una superpoblación, estamos matando a la Tierra, o detenemos esto ya o la única forma de pararlo todo sería aniquilar a 6/7 de la humanidad.

"

La Tierra da por hecho que es lo justo, con una frialdad y una rabia que hacen estremecer a las profundidades, fragmentan la superficie del mundo y desatan Estación tras Estación. Es lo justo. No fue la Tierra la que dio comienzo a aquel ciclo de hostilidades, no fue la que robó la Luna ni excavó por la piel de otra criatura viva ni le robó pedazos de su cuerpo para conservarlos como trofeos o como herramientas; no fue la Tierra la que planeó esclavizar a los humanos para alumbrar una pesadilla sin fin. La Tierra no empezó la guerra, pero por el óxido que está dispuesta a que le devuelvan. Lo. Que. Le. Pertenece.

Y al mismo tiempo…. me dio una ligera pena. Quizás porque yo esperaba que Jemisin me sorprendiese en esa parte, que la Aciaga Tierra fuese algo más que el reciclado mensaje de Ghibli y otras mil novelas de fantasía y videojuegos. Es más, hasta me convencía más el tema religioso de la luna robada por la ambición de un orogén maldito o un comepiedras enfadado antes que la idea de un planeta molesto por todo lo que le hemos quitado. Pero esta es una opinión absolutamente subjetiva y basada solamente en mis altas expectativas porque Jemisin me sorprendiese una vez más, algo que en este caso no ha pasado.

TODO

Sobre la maternidad en la trilogía

Uno de los puntos fuertes que toca la novela y de la que Jemisin confiesa al final de la obra como uno de sus temas clave es la maternidad. Una maternidad vista desde el punto de vista de una madre que, no lo olvidemos, nunca tuvo la intención de ser madre. Con Corindón se vio forzada a tenerlo y aunque se ocupaba de él, nunca llegó a mostrar su cariño abiertamente. Algo similar pasa con Uche y Nassun, provocando que esta última recuerde a su madre siempre como la mujer que le rompió la mano.

Pero esto no quiere decir que Essun no ame a sus hijos. Incapaz de encariñarse con nadie por el temor de que le sea arrebatado, Essun lleva demasiado tiempo con una coraza alrededor de sus emociones como para poder abrirla incluso para sus hijos. Y es precisamente por eso cuando en el último momento, cuando Essun decide sacrificarse por su hija y solo entonces esta entiende la magnitud del amor de su madre, que decide no acabar con el planeta.

Una metáfora sobre las diferentes formas de demostrar amor que no debe servir como paradigma pero que representa maravillosamente bien la capacidad de amar de alguien que ha sido tratada toda su vida como menos que un humano.

Cuestión de estilo… esto es óxido y acero.

Continuamente durante la lectura del libro me ha dado la sensación de que la autora tenía cierta… ¿prisa? por acabar el libro. Cuando leí La quinta estación, me maravilló que cada palabra que estuviese escrita tuviese exactamente el significado que debía tener, la maravillosa connotación que hacía no solo bella la lectura, sino que al mismo tiempo contribuía a generar un coherente significado con todo lo que le rodeaba.  

Pero aquí… hay ciertos lapsus. Essun afirma que ya no puede sentir hambre, ni sed, ni tiene sueño. En varias ocasiones se recuerda que debe comer comparándose a Alabastro, que siempre ignoraba el hecho de alimentar su cuerpo. Pero cuando Essun vuelve de ver a su marido Jija muerto, afirma que se moría de hambre y de cansancio y que solo quería dormir. Un lapsus que a mí me crujió en su momento, porque todavía estaba acostumbrándome a las nuevas limitaciones y capacidades del cuerpo de Essun.

Cuando Nassun habla del Padre Tierra y lo ardiente que es, esta define su actitud como “cargada de rabia y frialdad”, y ese adjetivo volvió a sacudir mis glándulas sesapinales.

Pero hay esencialmente un punto en la novela, prácticamente al principio, en el que todo el argumento me crujió como si Padre Tierra se sacudiera bajo mis manos. Dejadme que os ponga en escena: Essun lleva en coma varios meses siendo arrastrada por el grupo de Castirma y cuando se despierta, solo tiene una obsesión: ir a por su hija. Ahora que el portal de los obeliscos le ha revelado dónde está, puede ir finalmente a por ella. Pero muy sabiamente, Tonkee, Lerna y sus otros acompañantes le hacen ver que no sobreviviría, sin un solo brazo ni abastos, durante meses de camino, hasta llegar adónde sintió a su hija. Reacia, aunque tozuda como una mula, Essun decide claudicar en su misión hasta llegar a Rennanis.

Este es el momento en el que Hoa le confiesa a Essun que su hija se ha marchado de donde estaba. Y que, además, su marido Jija ha muerto. Essun, sin pensárselo un momento, le pide a Hoa que la transporte por  la tierra para ver el cadáver del hombre que asesinó a su hijo.

Y aquí, saltó la liebre. Porque si Essun era completamente consciente de la posibilidad de viajar por tierra, entonces ¿por qué no le pidió a Hoa que la llevase a ver a su hija en cuanto se tuvo en pie? Es lo que habría tenido sentido teniendo en cuenta la tozudez de Essun y que su misión, desde el primer libro, se había centrado siempre en encontrar a su hija. Esta enorme incoherencia, hace para mí que toda la novela se tambalee sobre su propio peso. Jemisin intenta retrasar el momento en el que Essun se reencuentre con su hija para generar un clímax al final de la obra intentando convencernos de que a esta le parece bien que su hija de diez años (muy maduramente llevados) se pasee con el hombre que la aterrorizó cuando ella era pequeña, porque respeta la independencia que tiene ahora esta.

Difícil de creer, y por la aciaga tierra que todo mi mundo se tambalea en esta última novela, Jemisin.

Mi opinión sobre El cielo de piedra (muchos y variados spoilers en el interior)

Es fácil extraer mi opinión en general si habéis llegado a leer el análisis. Quizás es porque iba con demasiado hype o quizás es que simplemente confiaba en la capacidad de Jemisin para sorprenderme al final la obra. Pero, aciaga tierra, no fue así. Me costó enormemente conectar con Nassun en el momento en el que muere Shaffa dentro del vehímo que la lleva a Nucleobase. Me costó conectar con Hoa y con los afinadores y llegar a entender lo que eran y por qué se habían convertido en esa raza “vampírica” en el que los originales son más poderosos que los neófitos y sobre todo, me dio la impresión continuamente de que Jemisin estaba estirando el viaje de Castrima solo para hacer confluir a madre e hija de una forma innatural en el momento en el que se acerca la luna.

Que no nos vamos a engañar, la novela está bien, es entretenida, no deja demasiados cabos abiertos y he de confesar que mis partes favoritas fueron el tormentoso camino de Castrima por el aciago desierto de ceniza. Pero quizás la novela ha perdido ese toque romántico que convertía el hecho de acercar la luna en algo tan especial. Y aciaga tierra, lo peor es que ya se ha acabado. No podré volver a ver a Essun ni a sentir la herrumbrosa quietud bajo mis dedos.

Y quizás eso es lo que más tristeza me produzca de todo.


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