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Antisolar, opinión de Los ojos bizcos del sol 2: una novela ciega

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Antisolar, opinión de Los ojos bizcos del sol 2: una novela ciega

Antisolar es la segunda parte de la trilogía Los ojos bizcos del sol: una saga ambientada en un universo de proporciones extrañas donde un grupo variopinto de personajes extraños atraviesan todo el Círculo Crepuscular en busca de una reliquia de los Antiguos para restablecer su buen nombre y volver a formar parte de la sociedad. 

Tras un viaje largo y trepidante que terminó en las minas rodeados de enemigos, Alguacil, el Trapo, Pico 8, la Regidora, el Astrónomo y el Explorador se enfrentan a los nuevos descubrimientos que cambiarán para siempre sus creencias y su forma de vida. 

Argumento de Antisolar: la segunda parte de la trilogía de Los ojos bizcos del sol

Existe un gran contraste entre los escenarios de Transcrepuscular y Antisolar. Frente al anterior libro ambientado sobre la humeante y mohosa superficie terrestre, cargada de vida en descomposición y olor a tierra húmeda, esta nueva ciudad se nos presenta fría, muerta y postapocalíptica. Sus calles están repletas de enormes banners y anuncios animados que apelan directamente al potencial consumidor como en la película Blade Runner, generando una estética que mezcla las construcciones frías en masa del comunismo soviético con el capitalismo de neón del Japón de principios del S. XXI. 

TODO

Incluso la forma de escritura de los Antiguos tiene múltiples referencias a los ideogramas chinos, por no hablar de los nombres de los personajes. 

Sin embargo, conforme va avanzando la trama, los escenarios y los paisajes irán cambiando para traernos de la mano la enorme variedad de sensaciones y experiencias a la que nos tiene acostumbrados Bueso: olores fuertes, un ecosistema completo bajo el mar, el frescor de los jugos verdes que desayuna Wing cada mañana y el frío helador que corta las calles por las que se desenvuelven los protagonistas. Por un momento, el contraste entre tecnología y naturaleza palpita con fuerza en Misterio, un centro de retiro que servirá también para que la mente del lector descanse durante varios segundos de la enorme e incansable marabunta de combates. 

Algunos de los elementos e instrumentales de los Antiguos recuerdan a otras obras de ciencia ficción. El escarabajo de viaje, por ejemplo, recuerda a el Mundo de Kameron Hurley ya que es una simbiosis entre un autómata y un ser semi-vivo se alimenta de los detritus y desechos de su tripulación. 

La pérdida de la fé: de la Regidora y su boyuno a los otros caracoles 

Antisolar parece orbitar alrededor de un escabroso y babeante tema que es la pérdida de la fe para todos sus integrantes, pero en especial para la Regidora. Si Transcrepuscular presentaba un tapiz magníficamente hilado de personajes muy dispares entre sí en los que el ateísmo hacia la religión de los caracoles del Alguacil chocaba de frente con la veneración que la Regidora y el Astrónomo hacían de estos, la pérdida total de la fé de la gobernante le arrebata una parte importante de sí misma. 

La Regidora, que toda su vida ha soñado con ser una animista poderosa, tan invadida como para poder mantenerse prácticamente inmortal en un templo rodeado de gente que la venere, de pronto comprende que la realidad de la Gran Colonia no es tan transparente y unidireccionalmente bondadosa como parecía, y esto acaba arrancándole las ganas de seguir adelante, planteándose en múltiples ocasiones con abandonar. 

La pérdida de un propósito atenaza también al resto: el Alguacil, perdido su honor y la posibilidad de recuperar su orgullo se aferrará a cualquier emoción o pequeña misión que se le ponga por delante, más centrado en perseguir a su nueva jefa que otra cosa; el Trapo y Pico Ocho, convertidos en una pareja extraña, amenazarán con abandonar a sus amigos si no se cumple el pago prometido por sus actuaciones en batalla y el Explorador y el Astrónomo vagarán de un lado a otro como si nada de lo que ocurriese fuera realmente con ellos. 

TODO

La religión se trata de una forma interesante. Cuando Wing discute con la Regidora acerca de sus mutuas creencias, una tachando a la otra de bárbara y analfabeta y la condenando a una civilización por abandonarles a los caracoles, se pueden ver ambas caras de la misma moneda. Para Bueso y Transcrepuscular la vida de los Antiguos, convertida en una especie de reflejo de un mundo frío y metálico al servicio de una gran compañía, es una representación en sí misma a la ideología capitalista llevada hasta los máximos extremos. 

La vida y las creencias de Wing es muy similar a la de cualquier fiel de una religión: su empresa, es el dios que manda sobre todos ellos; en ningún momento pueden poner en duda ninguno de sus mantras o creencias; excluye y deshumaniza a cualquiera que siga su dogma y mantiene el control sobre sus creyentes a través de un dogma de fé que manipula y absorbe a la gente al igual que los simbiontes. 

Es interesante ver también dónde está el equilibrio en la religión de los seguidores de los caracoles. A pesar de tener a una mujer embarazada y llena de larvas y de que el Astrónomo lleve vivo más tiempo de lo humanamente posible debido a la infestación de su caracol, el hecho de ver a hombres completamente simbiotizados repugna a todos los miembros del grupo por igual. 

Mi opinión sobre Antisolar 

Comienza el libro, mis manos tiemblan. Recuerdo con gran nostalgia la gracia que me había hecho El Trapo, lo increíblemente severa y atractiva que era la personalidad marcial e inflexible del Algualcil y, por supuesto, cómo el final de la anterior novela con la simbiosis entre este último y El Trapo fue capaz de hacer que se me saltara el corazón del pecho. 

Y entonces, me encuentro con el comienzo de Antisolar. Sé que mis expectativas eran muy altas pero el comienzo de esta segunda parte hizo que me desinflara como una babosa bajo un torrente de sal: la simbiosis entre los dos se invalidó sin que pudiéramos ser testigos de la misma, los Antiguos se nos presentan como robots fríos dominados por la tecnología, antes de que podamos procesar la guerra, el dolor, la traición o el propio miedo del final de la novela anterior, todo ello queda olvidado bajo una nueva misión con muy poco atractivo. 

La Regidora y el Astrónomo que desde el comienzo de Antisolar estaban obsesionados con los Antiguos no sufren ningún tipo de choque multicultural ni impacto al descubrir que estos son simplemente una sociedad fría y capitalista que ha existido desde el principio y que les dejó pudrirse sin mayor cuestión. Y de hecho, el papel que juegan algunos personajes como la propia Regidora, el Astrónomo o el Explorador es prácticamente inexistente desde el comienzo de la obra. El Astrónomo es poco más que una esponja que flota y explota creando una magia realmente poderosa en los momentos necesarios; la Regidora se limita a mantener una batalla dialéctica de vez en cuando con Wing y el Explorador por pintar, pinta tan poco, que se despiden de él con una sola frase sin un minuto para describir la reacción de ninguno de los personajes por su marcha (a pesar del flechazo que sentía la Regidora por él). 

TODO

Los capítulos en Antisolar pasan a ser increíblemente breves y el ritmo muy, muy acelerado. Si en Antisolar podíamos tirarnos fácilmente 20 páginas de viaje (porque al fin y al cabo, esta es una trilogía acerca de una viaje), en este los combates se suceden uno detrás de otro sin prácticamente pausas ni descansos. De un enfrentamiento en el salón pasaremos a un cangrejo gigante que ataca desde el techo y a un patrón repetido de cortes, fintas y Pico Ocho levantando su pico que recuerda más a un episodio de un anime de los ochenta más que a un combate propiamente dicho. Y a todo esto se le suma un factor determinante: la ausencia del miedo a la pérdida. Con la mágica tecnología de los Antiguos y Asistencia siempre por el medio, no temes en ningún momento que nadie caiga en combate, muera o pierda algún miembro importante que no pueda restaurarse, lo cual convierte los combates en meros trámites que funcionan de puente hasta poder seguir avanzando con la historia. 

Los capítulos tan cortos no están bien interconectados los unos con los otros. A menudo los personajes saltan de un escenario a otro, confundiendo al lector sobre si han vuelto a Misión, están de nuevo en mitad del páramo y cómo demonios ha llegado el Trapo después de enfrentarse a un dragón, haciendo que la sensación de confusión temporal y espacial en el lector se alargue y se agudice por el hecho de que a las 3 páginas has de volver a plantearte dónde estás. 

La aventura de la obra… está bien. Entiendo lo que ha querido hacer Emilio Bueso y al mismo tiempo no lo reconozco en esta novela. Dos de sus grandes fuertes: la construcción de escenarios y de los personajes quedan un poco deslucidas en esta segunda parte al ver que muchos los personajes de la aventura han perdido su carisma. Los cambios en Alguacil son inmensamente significativos, tanto que ni siquiera parece el mismo personaje. A pesar de provenir de una sociedad donde no existen los nombres propios, acepta y adecúa Sun Qi para sí mismo en cuanto se lo entregan sin objeciones hasta el punto en que, solamente un par de días después, ya se refiere a sí mismo en sus pensamientos como Sun Qi. 

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La tarea ya no era recuperar un artefacto robado para una municipalidad perdida. Había algo muy antiguo y serio que se disponía a despachar con nosotros. Y el payaso al que arrojaban a la pista central era yo, Sun Qi. 

Wing, la luchadora preciosa con un cuello musculado, guapa como ella sola y que sigue la misma disciplina marcial que el Alguacil, parece haber sido puesta ahí para generar una pareja romántica a un personaje al que le aparecen pelotas de ninguna parte y de las que no deja de hablar, convirtiéndose en un chiste recurrente. Y para mí, como opinión absolutamente subjetiva, el hecho de devolverle los testículos a Alguacil, además sin que ello tenga de momento ningún impacto argumental de ninguna forma que no sea una excusa para hacer bromas y que estos dos se revuelquen en un mar de esporas, se carga el personaje. 

Lo gracioso de Transcrepuscular era precisamente que todos los malditos personajes de la obra eran seres marginales y diametralmente opuestos. Tenemos por un lado a una egocéntrica mujer cargada de soberbia apartada del poder, a un viejo loco que esconde secretos y al que nadie aguanta, a un eunuco luchador (y orgulloso de serlo) que ha sido designado varias veces en la anterior obra un Aguafiestas y que en este libro hace continuamente chistes y al trapo: ese ente místico y genial que tanta gracia hace en pequeñas dosis pero que de pronto se ve refugiado en chistes sobre Bender en Futurama o Los guardianes de la galaxia cuando eso rompe completamente la magia del universo propio que ha creado.  

En fin, que esta reseña se me va a las 2000 palabras. He buscado otras opiniones de Antisolar en Google y me sorprendió enormemente ver la cantidad de opiniones muy positivas en las que los reseñadores decía que Bueso tenía un montón de injustificada prensa negativa y que todas sus obras tiene un tono “canalla” que o te gusta o no. Pero no me vi identificada en prácticamente ninguna de ellas. Sí, Bueso tiene un tono canalla que amé en Transcrepuscular. Sí, su continuo uso de infinitivos, frases cortas y a veces poco pulidas forman parte de la música de su escritura. Pero no sé por qué no dejo de pensar en que Antisolar se escribió con rapidez o sin tanto cariño por sus personajes como al principio, que alguien le dio un pésimo consejo de “hazlo rápido y haz los capítulos cortos porque es lo que se lleva ahora” o que simplemente, algo ha cambiado en este autor. 

Y me da una pena inmensa. Se me llena el corazón de una amarga decepción. Porque esta novela la podría haber escrito cualquiera y seguro que venderá más, pero no representa lo que yo amé y adoré con cada poro de mi ser del Transcrepuscular de Emilio Bueso.

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